14.10.19

Lluvia


La noticia es que ha comparecido la lluvia y por fin se ha largado esa calor impertinente. Ha sido un chaparrón tan solo, los suelos moteados con gotas aún calientes, aunque en el parte han dicho que llovería más. No sé, de momento el cielo se ha vuelto a despejar, aunque es verdad que han bajado las temperaturas: de par de mañana tenemos seis grados más que hace unos días, pero en la fuerza del calor no pasaremos de los veinte, y estos días atrás llegábamos a los treinta. Es la extremosidad anticiclónica lo que nos desconcierta. 
La lluvia ha dejado una hermosa luz reverberante en las hojas más amarillentas de los álamos. Es una luz de inminencia, con el cielo cárdeno, como es la luz previa a las tormentas de verano, cuando la geosmina perfuma el campo y cada vez que se detiene el viento parece que va caer un aguacero.  
Como, en efecto, cae. Los mastines se han resguardado debajo de los cerezos grandes, cae agua pero no con tanta fuerza que atraviese toda la enramada.  La intensidad va en ráfagas, cuando se calma queda un sirimiri sobre el que se vuelven a oír los gritos de las cornejas, la esquila de una cabra, el ladrar de algún perrillo. Esa lluvia no se escucha, tan solo se ve un leve jaspeado sobre las zonas más oscuras de los árboles. Cuando arrecia de nuevo, se confunde el sonido de las copas zarandeadas por el viento con el de las gotas muy finas sobre la fronda. Y vuelve a calmarse, pero persiste el jaspeado, esa leve, silenciosa interferencia del orvallo. 
Es la lluvia buena que acompaña los sonidos del campo sin ahogarlos, humedece los primeros ocres, los prepara para hacerse tierra. Incluso se diría, pasado el chaparrón, que las hojas revienen a unos tonos más verdosos, como si el agua les hubiera dado un último empujón de savia, el postrer aliento antes de alcanzar la orilla. Por mucho que vaya detrás de los árboles y los riegue de contino, basta una mañana de lluvia para que todo vuelva a sonreír, rebroten bulbos dormidos, brillen las parras recién lavadas y en los chopos incluso las hojas más pochas recobren el vigor de hace unos días. El otoño exprime la existencia. Se diría que, después de tanto calor, la naturaleza se comporta como si aún no hubiésemos salido del verano.

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