Cuaderno de invierno, 87
Hay un entretiempo de labores terminadas y por empezar, de campos cubiertos de ricios, de simiente del año anterior, y de cereales que ya cubren el terreno de verde fresco y brillante. A veces se ven corros de grajos que se espantan cuando alguno los avisa y levantan todos a la vez el vuelo, no muy alto, hasta que ven que ha pasado el peligro y se dejan otra vez caer sobre los brotes de cebada. Junto a esos campos vemos otros que aún conservan los cañutos de la siega, sobre todo de maíz, algunos con rebaños que bajan a repelar las últimas mazorcas que quedaron en el suelo, otros con los duros tallos blanquecinos, firmes dentro de la tierra, a la espera de que la reja los voltee. Pero hay otros maizales que están ya preparados, por los que ya pasaron el aladro y la vertedera, limpios de paja y de broza, desmenuzados por el rotovátor, rectos, claros, extendidos, como una alfombra de color castaño lista para ser pisada, pero todavía sin huellas, ni siquiera de los gatos.
Cuando era pequeño recuerdo que en el libro de texto había una página dedicada a las labores del campo, y podría describir tal como era el dibujo que ilustraba la época de siembra, un señor con un capacho y un sombrero de paja que lanzaba los granos a voleo sobre un terreno tan liso y uniforme como el que ahora veo por las tardes, en ese mínimo entreacto entre las labores de preparación de la tierra y los primeros brotes diminutos de maíz, esa inminencia breve, esa imagen detenida. En aquella ilustración era producto del escaso detallismo, pero se me quedó grabado, y ahora me paro a mirarlo porque sé que mañana o pasado ya será distinto, tendrá las huellas de algún perro, saldrá un bledo solitario que crece de la noche a la mañana, las lluvias habrán apelmazado la tierra tan lisa y mullida, veré hondonadas, desniveles, brillos de charcos. Pero ahora está quieta, y cada vez me gustan más esos tiempos muertos entre los trabajos y sus beneficios, entre los preparativos y los resultados, como una mañana fría en la que parece que esté a punto de nevar, pero el día se mantiene tibio y sereno. Así hay momentos en que damos una época por terminada y apuramos la quietud, antes de que el tiempo vuelva a ser vertiginoso.
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