29.11.19

Membrillo, 2


Por fin se doran los membrillos. Fueron el inicio del otoño, la promesa de sus frutos, y son los últimos en entrar en el mundo del ocre, en su caso del verde bronce al amarillo Nápoles. Pero resiste la mayor parte de las hojas. Ahora entiendo por qué Víctor Erice y Antonio López escogieron un membrillo para su gran película, porque aguanta chaparrones y ventoleras, hielos prematuros y tormentas tardías. Era el único que no se quedaría sin hojas ni de la noche a la mañana ni antes de que el otoño ya estuviera terminando. Escogió el membrillo porque sabía que duraría la estación entera, aunque no le hubiera puesto ese invernadero portátil, que redundaba más en la comodidad del pintor que en la integridad del modelo. A través del membrillo seguía el ritmo del otoño, su verdadera velocidad. Es impresionante ver cómo están dorados y frondosos en medio de las varas limpias de los álamos y los brazos retorcidos del nogal, que necesitan que el otoño no venga demasiado revuelto.  Todavía quedan hojas verdes sueltas en el sauce, ya bastante ralo, y en algunos arbustos como la celinda, además de los cerezos, que se pasan el otoño goteando, y aún conservan hojas rojas y amarillas en las ramas, cucañas de una fiesta abandonada. Pero los membrillos, todos en hilera (eso sí, al borde de la acequia, a resguardo del norte y tras una empalizada de chopos que los guarece de las tempestades, pero también el membrillo de Antonio López crecía entre dos tapias a escuadra del jardín) están como si hubiesen esperado un anticiclón seco y soleado para proceder a su metamorfosis. Las hojas fuertes, curtidas, fibrosas, llenas de surcos y hoyuelos, encontraron en la calma de estos días el tono de luz más adecuado para sus impresionantes amarillos, que por otra parte se han apoderado del árbol en dos días, de fuera adentro, porque quedan entre los troncos chupones con las hojas verdes. El óxido de cromo ha resistido hasta que, en medio de la devastación, ya no hay ocres más hermosos que los suyos.
Los días que faltan hasta que llegue el invierno, los membrillos serán como relojes de una cuenta atrás, con hojas como granos de arena. Aquella película significó mucho para mi forma de ver el arte y la naturaleza. Creo que fue allí, sin verlo, sin nombrarlo, donde descubrí a Sánchez Cotán.

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