9.1.08

TIERRA 2


Diario de Teruel, 10 de enero de 2008
De pequeños nos entusiasmaban los paisajes feraces, llenos de bosques y desfiladeros. Confundíamos belleza con fertilidad, sentimiento con abismo, y ya se nos quedó para muchos veranos un concepto romántico, turístico de la naturaleza. Nos enorgullecemos antes de las sierras que del llano, antes de los riscos que de los balsones.
Pero pasa el tiempo. Poco a poco uno descubre que no sólo es bello el abrupto Maestrazgo, los montes azules de Gúdar o los peñascos dramáticos de Albarracín. Vuelve uno entonces la vista y contempla lugares más abiertos que ya no le suenan a secano, y aprecia la inmensidad del Valle del Jiloca cuando brinca las serrezuelas de Pozuel y el campo se extiende como la carne fina que bordea las cicatrices.
Todo eso sigue siendo inmensidad, paisaje impresionante, grandeza visual. Todavía nos mueve aquello que pueda impactarnos por sus dimensiones, es decir, y en el fondo, por su carácter sobrehumano. Y sin embargo hay sitios que unas veces hemos despreciado por secos, otras por fríos y casi siempre por vulgares, cuando de pronto vemos que encierran una hermosura mucho más profunda y matizada. Recomiendo al lector, si es que ya no lo ha hecho, que se dé un lento paseo en coche entre Alfambra y Santa Eulalia, y que salga, ahora que es invierno, allá a las cuatro o cuatro y media de la tarde, de modo que el último tramo, el que va desde el desvío a Camañas hasta la Sierra Palomera, se pare a contemplarlo con la penúltima luz, ese naranja meloso de las tierras, los bancales sin lindes rectas, las lomas onduladas, las carrascas ateridas. Le propongo que vea el sol caer sobre las ruinas de las masadas, los brotes de cebada que asoman entre los terrones de colores, rojos en Alfambra, pardos en Camañas, y de un tono amarillo cadmio, tostado de bermellón, en las tierras que todavía guardan sin recoger rulos de paja, pero ya están despertando del barbecho.
No es inmenso, no es feraz, no es ominoso. Es un paisaje de condición humana, un horizonte cercano, y nos devuelve imágenes que la imaginación desmelenada nos impedía entonces disfrutar. Son paisajes ásperos, no abruptos; son duros, pero son amenos. Eso sí, uno sólo aprende a disfrutarlos cuando le llega el invierno, a la caída del sol.

9 comentarios:

  1. Felicidades por su capacidad de observación. A veces sólo pensamos que hay que mirar "los paisajes de postal", olvidando lo demás. Todo está en cómo queremos ver y sentir las cosas que nos rodean. El libro sobre tierras alfambrinas promete.

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  2. Muchas gracias por este y por todos tus comentarios, hombre invisible. Uno se siente en ellos perfectamente comprendido. Salud.

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  3. "Las cosas del campo" (como en la obra de Muñoz Rojas) dan mucho de sí literariamente.
    Genial texto. Y las fotos, magníficas.

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  4. La foto buena es de Juan Carlos Navarro, el ilustrador de los folletines, que también es un fotógrafo estupendo. Y me alegra que conozcas el libro de Muñoz Rojas, yo lo tengo en mucha estima.

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  5. La foto buena es de Juan Carlos Navarro, el ilustrador de los folletines, que también es un fotógrafo estupendo. Y me alegra que conozcas el libro de Muñoz Rojas, yo lo tengo en mucha estima.

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  6. Anónimo7:37 p. m.

    buenisimo todo lo que hay en este blog éste ilustre hombre es de lo mejorcito escribiendo y no tiene un gran hueco en la literatura española

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  7. Vaya, no he mirado el calendario pero hoy debe de ser mi cumpleaños o así.

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  8. Anónimo3:20 a. m.

    no se si sera tu cumple pero un gran regalo y felicitacion te la mereces deseando que llege el proximo folletin del maestrazgo

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  9. Anónimo9:12 p. m.

    Felicidades por el artículo.Lo he descubierto hoy. El otro día te felicite por las cinco fotos de la cuenca de la Rambla del Villarrosano.

    Aludiendo al tópico y relativo refrán te digo que unas fotos valen tanto como unas docenas de palabras.

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