4.6.08

JARDÍN

Siempre que van a remodelar una plaza antigua escribo el mismo artículo. Pero esta vez lo hago con más optimismo, porque las bases del concurso para la nueva plaza de los Amantes estipulan conceder todo el protagonismo a la torre de San Pedro y exigen “vegetación o arbolado”, ahí es nada. Espero que todavía maticen más, porque lucir la torre de San Pedro no significa jugar al contraste violento ni forrar el espacio de gris y de blanco, con materiales importados y estética de hipermercado, y respetar el entorno implica mucho más: sin ir más lejos, usar los mismos materiales con los que la iglesia fue construida. Si algo bueno ha tenido siempre la plaza de los Amantes es que la presencia del ladrillo, de mejor o peor calidad, ha sido constante. Antes eran ladrillos que se pulían con la lluvia y redondeaban las celosías de la barbacana. Después fueron de un color entumecido que las fiestas iban descascarillando. La plaza nunca ha tenido demasiada gracia, pero es que siempre ha estado vacía.
En los últimos años estamos perdiendo lo mismo que nos obsesiona conservar: los naranjas y los rojos de nuestras arcillas y nuestro rodeno, el verde de cobre y de hierro. En algún momento de nuestra evolución arquitectónica se ha confundido el uso de los mismos materiales con el historicismo, y no tienen nada que ver. Pero a tenor del gris que asuela el casco histórico, cualquiera pensaría que sólo queremos la cerámica para venderla, o que las arcillas nos parecen feas, o que las flores nos dan alergia.
Y no es así, seguro que no es así, porque a ese verde antiguo hay que añadir, dicen las bases, nada menos que la verdura, si bien tampoco insisten en que no vale colocar cuatro loros tiesos en macetones del Carrefour, sino árboles que arraiguen en el suelo, verdores que den sombra, que puedan precedernos y sobrevivirnos, verde de parras y de yedras que se abracen a los árboles y se suban por las paredes, el verde tiempo que me canso de intuir en las fotos antiguas, antes de la triste tiranía de las plazas duras. Las bases sí hablan de “un espacio agradable y acogedor para el ciudadano”, pero no sé si también explican que, llamándose Plaza de los Amantes, no desentonaría nada un jardín romántico, un claustro de amor. Con que no sea una pista de losas grises yo me conformaba. Si encima plantan un árbol, ya ni te cuento lo contentos que nos vamos a poner. No van a dar abasto con tanto elogio.
Diario de Teruel, 6 de junio de 2008

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