14.5.12

En respuesta a un comentario de Roberto Álamo


Mi último post, De críticos y autores, provocó un comentario de Roberto Álamo al que quiero dar aquí respuesta:


Le agradezco mucho, señor Álamo, que se haya tomado la molestia de pasarse por este insignificante blog. Lamento haber ofendido su sensibilidad con mis comentarios, pero yo uso el idioma que tengo. La palabra monstruo, en el Diccionario de la Real Academia, incluye las siguientes acepciones:

monstruo.
(Del lat. monstrum, con infl. de monstruoso).
1. m. Producción contra el orden regular de la naturaleza.
2. m. Ser fantástico que causa espanto.
3. m. Cosa excesivamente grande o extraordinaria en cualquier línea.
4. m. Persona o cosa muy fea.
5. m. Persona muy cruel y perversa.
6. m. coloq. Persona de extraordinarias cualidades para desempeñar una actividad determinada.
7. m. Versos sin sentido que el maestro compositor escribe para indicar al libretista dónde ha de colocar el acento en los cantables.

Yo escribí monstruo y monstruosidad con arreglo a su primera y más general acepción, porque además no estoy hablando de seres humanos sino de personajes teatrales. La misma palabra, referida a todo aquello que está "contra el orden regular de la naturaleza", la emplearía para hablar de Azarías, uno de los personajes más hondos y tiernos de nuestra literatura. Pero, hablando de teatro, con 'monstruo' me refiero a esos papeles que exigen una transformación completa. Si Lennie (gracias por la corrección) hubiera sido el nombre de un personaje normal, la obra entera no habría tenido sentido. Necesita a George porque no se adapta a la monstruosa normalidad, dicho sea en la acepción quinta del diccionario, 'persona muy cruel y perversa'. Urtain fue una víctima del diario Pueblo, cuya conducta con José Manuel Ibar fue, en efecto, cruel y perversa, del mismo modo que Lennie es víctima de un mundo que se aprovecha de su fuerza para explotarlo como trabajador pero no lo atiende como es debido para que esa misma fuerza no resulte peligrosa para nadie.
En términos puramente actorales, no creo que deba justificarme mucho si llamo monstruo a quien debe componer un personaje marginal, con un idiolecto propio y una conducta completamente diferente a la de quienes lo rodean. Yo llamaría también monstruo al bueno de Forrest Gump o a aquel célebre Rain Man. Si piensa usted que yo esgrimo razones morales, no solo tengo que decirle que está equivocado sino que esta vez soy yo el ofendido: cualquiera que lea el post completo se dará cuenta de que no soy ningún fascista partidario de la selección racial.
El asunto es otro. En el post que publiqué sobre 'La piel que habito' escribí lo siguiente:
"  Y así ocurre que el personaje más real de toda la película lo es al margen de su disfraz de carnaval (es uno de los que están expuestos a la peste, que de pronto se cuela en el castillo), y yo no sé si es por el papel que tiene o por el inacabable actor que es Roberto Álamo, pero su presencia se apoderó de la pantalla con mucha más vida que la de todos los otros actores juntos."
Lo admiro profundamente como actor, señor Álamo. La conmoción que produce entre los espectadores su interpretación de Lennie es inolvidable, y yo vuelvo a sentirla cada vez que recuerdo alguna de sus escenas. Mi post era, si así se puede decir, una crítica del crítico, y también una cuestión teatral (y cinematográfica) a la que yo le doy la máxima importancia. En ese mismo post que a usted no le ha gustado digo que su compañero Fernando Cayo era, para mi gusto, el mejor, precisamente porque tiene que bregar con la normalidad, con la regularidad, con la gente común y corriente sin las peculiaridades de Lennie. No me malinterprete, señor Álamo. El cine y el teatro tienden a lo diferente, a los personajes no regulares, a la monstruosidad (primera acepción), por tiernos que sean los seres a los que se representa. Su composición de Lennie, insisto, es maravillosa, y para llegar a Lennie usted ha hecho un brillante trabajo de des-normalización, de comprender al diferente. Lo que me molestaba era que el crítico Ordóñez hablara con semejante suficiencia de un gran autor como John Steinbeck, tan necesario, y precisamente por eso empleé la palabra "coleguilla", que no tiene por qué significar amigo ni conocido, sino persona que se dedica a la misma profesión. Soy partidario de que los críticos sean críticos, vivan fuera del teatro, no hablen como si formasen parte de la misma, digamos, familia artística. En todo caso, admito que la palabra, y más en diminutivo, puede prestarse a confusión. Ni conozco a Ordóñez ni a usted, y ni sé ni me importa cuáles son sus amistades.
Me duele que un actor al que admiro se ofenda por mis opiniones, pero comprenderá que debo defender el uso correcto del idioma, y, al menos por lo que respecta a la palabra 'monstruo', no he dicho nada que no hubiese querido decir, y por supuesto no he dicho lo que usted ha interpretado.
Sigo queriéndolo ver en papeles de George, además de en papeles de Lennie, porque, insisto, creo que usted es un gran actor. En todo caso, soy un aficionado, al teatro y a la escritura, y los aficionados, como sabe, nos tomamos más libertades que los profesionales. ¿Se ofenderá también, don Roberto, si digo que es usted un monstruo de la escena, y no precisamente por su tamaño sino por su talento?
Un abrazo.  

6 comentarios:

  1. Estoy seguro de que el Sr. Álamo se sentira complacido con esta respuesta tan generosa, seria y sobradamente argumentada.

    Un abrazo, Antonio

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  2. Leí el post original y he leído el comentario de Roberto Álamo; el primero me parece una crítica extraordinaria; el segundo me parece que desbarra. La utilización de la voz "monstruo" está realizada en su acepción recta y sirve al propósito de la crítica que se ofrece. La servidumbre a lo políticamente correcto nos lleva directamente a la monosemia.

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  3. Anónimo8:47 p. m.

    "Los actores no pueden estarse quietos, ni siquiera derechos. Se pasan la obra rebozándose por los suelos. Pero son muy buenos, la mayoría extraordinarios, lo que quiere decir que sin tanto chillido y tanto arrastramiento la cosa habría resultado igual de intensa."

    Tengo claro que según que tono se emplee con uno, una niebla roja enturbia nuestra visión y pedimos sangre, sin medir si lo que se nos dice es un insulto o una alabanza. Tal vez eso ha ocurrido en este caso, que el tono ha podido más que el mensaje.

    Creo que Roberto Álamo no ha entendido lo que decías, a lo mejor si lo lee otra vez con la sangre un poco más fría ... en cualquier caso no creo que tenga más trascendencia, si tuviéramos en cuenta siempre que alguien se enfadará, me temo que no se escribiría nada.

    JCarlos.

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  4. Anónimo10:17 p. m.

    yo estuve viento la extraordinaria obra "de ratones y hombres", lo mejor que he visto en mucho tiempo. Un texto extraordinario y unos actores fantásticos, cuya interpretación es excepcional. Tanto el texto como los actores, supieron despertar en mí todos los sentimientos existentes, me hizo llorar y despertar así los sentimientos del expectador se debe, creo yo, tanto a la gran interpretación, como del talento del autor.
    Pero estoy de acuerdo con Antonio, que siendo una una obra tan magnífica; el señor Ordoñez, para realzar a los actores, que no lo necesitan, ridiculice el texto, que como digo es genial, me parece una crítica tan pueril que me llegó a indignar. La crítica que hace a la actriz es como si te regalan una joya y te quedas con la caja. Sr. Ordoñez el texto es maravilloso al igual que la interpretación.
    Las críticas que hace Antonio a la puesta en escena las secundo, con menos humo y menos gritos, hubiera quedado igual de maravillosay en cuanto a la discrepancia sobre "monstruo" creo que ha sido una interpretación errónea del Sr. Alamo, puesto que en ningun momento lo entiendo en ese sentido, me ha sorprendido la interpretación, y creo que lo ha dejado muy claro en su contestación Antonio. De todas formas Sr. Alamo y compañeros enhorabuena y si me lo pertime los consiero unos mosntruos de la escena

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  5. Gracias por la aclaración, Antonio. Tu argumentación, me parece del todo correcta.
    Un abrazo y gracias por acudir al teatro.
    PD: Por cierto, he leído alguno de tus artículos y, francamente, son magníficos.
    Enhorabuena.

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  6. Asunto concluido. Gracias a todos los que habéis participado.

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