6.5.06

Novela


La otra tarde me dio por hojear un edición muy hermosa que tengo de Fortunata y Jacinta. Quería no más que oler el papel y curiosear un poco en las anotaciones a lápiz que suelo escribir en los márgenes, y que muchas veces me producen una especie de sonrojo, sobre todo si hace mucho tiempo que las hice y se nota que no fueron movidas por la perspicacia sino por la ilusión.
El resultado es que llevo ya mediada la novela y sigue sin caberme en la cabeza cómo se le ha podido colgar, junto a la catalogación oficial de obra maestra, el marbete funerario de novelón decimonónico. Es una maravilla de novela: la potencia con que navega, lo bien que tira los cabos, cómo adensa los finales, cómo juega con el hilo previsible hasta que gira en una solución completamente nueva. Incluso me sorprende, en un fresco tan desparramado, la economía de medios y la capacidad de llegar al límite de la morosidad a una velocidad siempre creciente. A veces leo frases, ritmos, formas de decir que recuerdo que alguna vez me sorprendieron, pero no en esa novela sino en alguna mucho más moderna.
Disfruto con esa difícil forma de caracterizar a los seres humanos que no sólo tiene en cuenta lo que son sino también lo que no son. Salvo Maximiliano Rubín, un caso clínico de hiperestesia, no hay valientes en esta novela. Es impresionante ver cómo se desinfla la heroína, cómo pasa por el aro el arrebato, cómo el tiempo y las visitas apagan decisiones importantes.
Siempre se ha hablado de la observación compasiva de Galdós, sobre todo cuando se quería subrayar su condición de Dickens español. Pero la verdad es que no damos más de sí: si nos han de juzgar por nuestros renuncios, pronto nos condenarán; si hurgan en lo que nos hace ser cobardes, quizá se encuentren reflejados a sí mismos. Me voy a ver qué pasa con la tía de Maxi, la de los pavos. El hilo de la familia Santa Cruz ha salido porque un señorito perdis saldó sus deudas con Torquemada. “¿Quién será el desgraciado a quien ha dado el sablazo?” Voy a ver.

1 comentario:

  1. Me recuerdas a mi marido que se está leyendo los Episodios Nacionales.
    ¿Cuantas vidas cabían en la cabeza de D. Benito?
    Es increible su capacidad para escribir tanto y tan bien.

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