16.5.07

EMBELLECIMIENTO

Diario de Teruel, 17 de mayo de 2007

Cuando la Diputación de Teruel encargó a Peña Verón la ilustración de un libro sobre la provincia, se supone que todo el mundo estaba de acuerdo en el tipo de fotografía más adecuado. Desde luego es una elección coherente, una apuesta estética determinada, un trabajo profesional. Pero había otros modos de hacerlo.
Lo que uno espera cuando abre el libro y empieza ojeando los santos es ver sitios conocidos, nada más, pero se encuentra con fotos de momentos infrecuentes, trabajadas y pulidas y abrillantadas con luces cantosas y contraluces espectaculares, sorprendidas en posturas de postal y con el ancho cielo de un cobalto exagerado. La esquina de cemento de una nave industrial está sometida al mismo tratamiento estético que el clásico contraluz sobre el polvo que levantan las ovejas. Son muy bonitas las fotos de la devastación abandonada de las minas, las siluetas de las espadañas y ese momento en que un rayo escapa entre las nubes e ilumina las faldas de Gúdar bajo un cielo color tiburón.
Todo es muy bonito, pero Fuentes Calientes podría estar en un libro sobre Siberia, Alcañiz en uno sobre Santiago de Compostela y Villastar en una guía del Cañón del Colorado. Esto es lo que uno le reprocha a la elección del estilo, que no a la fotógrafa: el hecho de que se haya querido sacar una provincia mejorada estéticamente, como vestida para una boda. Porque, de pronto, tras unas fotos de pinturas rupestres de J. Picazo, en el apartado de Cultura Popular, aparece una foto de las Bodas de Isabel que por fin pertenece a la realidad. De pronto la luz es esa luz y entendemos los gestos de las caras, y los ladrillos son del color ladrillo que todos hemos visto desde niños y el sol borra las estridencias del cielo. A partir de entonces, ya no es necesario mirar el pie de foto para saber cuál es de Peña Verón y cual de F.J. Sáenz. Hay una sencillamente espléndida, la de los Diablets de La Fresneda, cuyo autor podría hacer el favor de colgarla en la red para ponérmela yo en el blog. Y lo mismo sucede con una romería en fila india de Villarluengo, que entiendes el color grisáceo de los hierbajos, la palidez de unos muros derruidos; o con alguna foto estupenda de Jorge Escudero. En las otras, las endomingadas, cuando desaparecen los colores chillones aparece lo que son, fotos de turista.
Son dos modos distintos de entender el arte. En uno, lo importante es la pericia del artista, su huella cromática. En el otro, lo importante es el objeto retratado. Supongo que todos tenían muy claro qué era lo importante en este libro, además de leerlo, claro.



2 comentarios:

  1. Anónimo12:09 p. m.

    Ya le pasó a esta fotográfa algo parecido en el libro sobre la Semana Santa del Bajo Aragon. Son fotos sin vida, tomadas desde fuera, siempre de espaldas a los protagonistas,sin implicarse en la fiesta. No conozco su trabajo de diseño, industrial, de estudio, etcetéra, si lo hace, pero la fotografía para libros que realiza no es afortunada. Como no es habitual en Aragón que se critique, en el mundo de la edición, aquello que está mal, me decido a escribir este comentario para ver si anima el debate sobre la cultura en nuestra región. Salud.

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  2. Gracias por el comentario. Yo no fui tan contundente, pero suscribo tus palabras. No obstante, insisto en que ese gusto de bodorrio es un estilo que alguien ha escogido, quizá porque, aun goberndánola, no confía en la belleza natural de la provincia. O tiene un gusto espantoso, quién sabe. De todas formas, me he enterado de que el autor de la foto de los diablets tiene un libro cuajado de fotos sobre fiestas populares en Teruel, y su estética sí me interesa. La antropología es el principio de cualquier visión estética. El artista es sagaz para desnudar la realidad, no para vestirla como al Gurruchaga de Ucrania. Un placer.

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