19.12.07

IMPOSICIÓN


Diario de Teruel, 19 de diciembre de 2007
Supongamos que se cumplen las más negras previsiones de todos los que hoy defienden el canon digital en el Parlamento, esa solución urgente que el mundo de la cultura necesita con dramatismo de opereta. Supongamos que en todas las manifestaciones del arte ya no tenga ningún valor económico aquello que se pueda copiar. El resultado sería que los artistas sólo iban a cobrar por la presencia real de su obra, no por su reproducción. Si ellos pueden multiplicar sin límite su obra, el espectador también puede, y además le sale gratis.
Esto es no sólo lo que va a suceder, con canon o sin canon, sino lo que ya está sucediendo. Muy pronto los cantantes ya no podrán encastillarse en el glamour porque, si no cantan, no cobrarán. Los cineastas que disfrazan sus vacuidades de formidables y espantosos presupuestos ya empiezan a ser sustituidos por decorados digitales que se fabrican con una cámara de bolsillo. Incluso los actores pueden ser reproducibles, clonados para la pantalla, de modo que sólo su presencia real, y no sólo la de su obra, será la que los mantenga en el candelero.
El siglo XX ha sido el único en el que ese concepto tan discutible de la propiedad intelectual ha servido para mantener a los artistas. Muchos de ellos confunden la dignidad profesional con vivir de las rentas, y por eso ahora se dan de codazos para trabajar todos los días y para participar en todos los conciertos solidarios que se organizan. Ellos ya son su única propaganda. Son lo que da de sí su presencia, su condición de artista en activo, no de gloria de un producto que fue hábilmente puesto en el mercado. Soy de la opinión de que los artistas que más claman contra la tecnología de la reproducción son los que más descaradamente se han servido de ella. Escucho dar lecciones de autoría intelectual a músicos que no saben más que copiar y refreír, y no acaba de gustarme que el gobierno decida mantenerlos por decreto. No por el dinero que nos vayan a quitar a los consumidores de productos culturales, porque nos lo quitarán igual, sino porque es el método perfecto para que se perpetúen los artistas de laboratorio y los cantamañas de la Sociedad de Autores.

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