4.3.10

Las ascuas de la fiesta

Hace cuatro años dejé de ir a Las Ventas. Durante mucho tiempo había dispuesto de un abono en la andanada del 8. Hubo años en que, aparte de tragarme entera la isidrada, disfrutaba casi más fuera de temporada con esas corridas duras que ningún matador quería, y que quedaban reservadas a muchachos sin contrato que entregaban su futuro a un toro de verdad.

Porque yo dejé de ir a los toros por culpa, precisamente, de la plaza de Las Ventas. A poco que uno haya visto allí unas cuantas corridas, ya no puede soportar el bochornoso fraude del resto de las plazas: toros enfermos, toreros ventajistas y público solanesco, un virus que cuando empezó a afectar a la plaza de Madrid me dejó sin más opción que ver toros en Francia, donde aún se siguen respetando algunas leyes de la fiesta. No quería ser cómplice de un fenómeno detestable que está afectando, cada vez más, a todas las ramas del arte: el arte como lujo no al alcance de quien tenga talento para practicarlo sino de quien se lo pueda permitir. El actual escalafón taurino está plagado de figurillas que de no haber tenido un apellido con tantas conjunciones jamás habrían llegado ni a tomar la alternativa. El plante de Paco Camino y José Tomás, cuando devolvieron Medallas de Oro de las Artes, significaba precisamente eso: que un inepto como Francisco Rivera pueda tomar la alternativa ya decía bastante de la podredumbre que inficionaba la fiesta, ¡como para darle un premio nacional!

En todas las artes ocurre lo mismo: gente que se compra la finca mucho antes de ganársela en los ruedos. La revolución que comenzó con la necesidad añadida de que el artista lo fuera siempre, se ha dado la vuelta y ahora es lo único que exige. En tiempos del Papa Negro, el patriarca de los Bienvenida, era célebre su máxima de que, con perdón, “hay que ser torero hasta cagando”. Se diría que ahora los artistas no salen del váter: van disfrazados de artistas pero nadie habla de su obra, nadie sufre un gran fracaso ni mucho menos un éxito arrollador.

El mundo del toreo es excesivo para todo, y también para esto. Por eso es tan interesante la figura de José Tomás, que ahora ha contratado a El Fundi y a Manolo Sánchez (y a Julio Aparicio) para que le abran las plazas, como aquel que recluta una cofradía de artistas honrados para preservar en lo posible las líneas esenciales de la fiesta. Pero José Tomás da mucho de sí. El caso, ahora, es que difícilmente puede pervivir una fiesta que está corrompida de arriba abajo. A mí también me indigna ver toros amputados, enclenques, drogados, amaestrados, contribuir a una pantomima sangrienta con el beneplácito de un público cada día más embrutecido. Casi me da por pensar que el día que se retire José Tomás esto se termina para siempre. Y lo peor es que los taurinos lo tendrán bien merecido.

Esta pestilencia mafiosa podía perpetuarse cada vez más corrompida siempre y cuando siguiera latiendo el corazón añorante del buen aficionado y las costumbres gregarias y exaltadas del malo. Pero está sucediendo algo que ya sucedió hace cien años y cambió para siempre el sentido de la fiesta. Fue entonces cuando la gente que iba a los toros empezó a ver a los caballos. Por primera vez empezó a darles asco la salvajada que se cometía con ellos. Eran viejos, estaban exhaustos de obedecer, de alimentar familias, de acarrear alpacas, y cuando ya no podían con su alma los llevaban al matadero público. Creo que sólo si entendemos que poetas sensibles de la época no fuesen capaces de ver aquello, de ponerse por primera vez en la historia en el pellejo del caballo de picar, o que luego, cuando de pronto despertasen, exigieran ofendidos la aparición del peto, poco menos que de la noche a la mañana, entenderemos que ahora la dignificación de mamífero superior haya llegado también al toro bravo.

Esta lista de animales dignos de no ser masacrados es cada día más amplia. Disfrutan de ella muchas especies en extinción, amén de los perros y los gatos. Desde luego no el resto de animales domésticos, porque a ningún parlamento autónomo se le ocurriría promover una declaración de Comunidad Contraria a las Chuletas de Cordero, por ejemplo. Y por supuesto ninguno que no sea un ave o un mamífero superior. Al resto de las especies animales, salvo algunos exotismos, les quedan siglos para entrar en el Parlament de Catalunya, que es punta de lanza en este menester.

Y ahora le toca a los toros. Abiertamente han declarado los antitaurinos que sería preferible que se extinguiera la raza del toro bravo antes que conservarla al precio de tan sangriento espectáculo. Si tuviésemos que conservar los dinosaurios al precio de torturarlos en público hasta la muerte, vienen a decir, tampoco sería de lamentar su desaparición. Es un problema de obscenidad, no de amor a los animales. Nadie dice que no hay derecho a que se maten animales (si en vez de ser toros son vacas, corren peor suerte, o por lo menos más breve), sino que no hay derecho a que los otros lo presencien. Nadie lleva al Parlament una escopeta de caza ni un cadáver de pichón para explicar la crueldad de una tradición sanguinaria que además también es un espectáculo, por más que pueda practicarse en privado. Nadie cuestiona la larga tradición del parany en Cataluña, milenario y despiadado método de cazar pajaritos. Nadie reclama leyes que protejan a las gallinas.

Es decir, los toros no son esenciales en nuestra dieta y por eso nos compadecemos de ellos. Son tan grandes y tan hermosos que parece que sean animales de una casta superior. Pero los huevos son los huevos, por más que su producción sea una salvajada indigna, mucho más cruel y dolorosa que la muerte de un toro en la plaza.

Es esta hipocresía lo que me aleja de los antitaurinos. Sé que esta dignificación del toro es inevitable. Es un animal expuesto a un público que sólo se rige por las apariencias, y para quien no es real nada que no salga en la tele. Las conciencias antitaurinas quedarán acalladas si se prohíben las corridas, pero seguirán sin ver a los animales que se comen, y sin compadecerse de ellos.

El toro de verdad es un animal terrorífico que angustia sólo de verlo, es la bestia del Averno con la que lucha el hombre frágil vestido de luces. Ver una corrida de Santa Coloma, de Saltillo, de Pablorromero, de Veragua, en las diferentes gotas de sangre que han llegado hasta nosotros, sigue siendo para mí un espectáculo fascinante, pero me da vergüenza pagar para que el rivera de turno bailotee delante de una pobre criatura enferma.

Soy pesimista con respecto a la tauromaquia. No sólo es inevitable que la gente vea a los toros, se compadezca de ellos y no por ello piense mucho en las gallinas, como ya digo que sucedió con los caballos, sino que mucho habría de cambiar la fiesta para que volviera a la verdad que la mantuvo viva. En el Parlament de Catalunya sólo se hablaba de política, del hecho diferencial, del nosotros esto no, esto es de los de allá abajo… Hasta cierto punto es un debate oportunista, porque la decadencia y ruina hace tiempo que ha empezado. Criar toros nunca fue rentable. Mantener una especie fuera de su época era una afición a fondo perdido. Y al hombre del siglo XXI le importa bastante más su conciencia televisiva que la extinción de las especies. No sé yo si contra todo eso también ha de poder José Tomás.

9 comentarios:

  1. Anónimo11:14 p. m.

    En lo de que los toros son peores que nunca solo puedo decir que cuando era pequeño, y ya hace tiempo que no lo soy, ya se decía eso mismo. Lo mesmico se decía de los toros y de los toreros, aunque entonces tal vez estaba justificado de verdad, como si ahora no lo estuviese, por que era el tiempo del Cordobés y de Platanito…

    Por lo demás no creo estar de acuerdo con tú.
    El criar un animal para su sacrificio y deglución es, de momento, un mal necesario.
    Las gallinas, dentro de poco, creo que ya hay una ley europeda que se va a ir poniendo en práctica poquita a poco, no podrán estar en las condiciones terroríficas que tan bien retrataste en Otoño Ruso. Me imagino la exigencia de trato “humanitario” mínimo se irá extendiendo a otras especies. Los cerdos de cría también, en Teruel, se van a beneficiar de algo parecido, ya se crían al aire libre... algunos.
    Los toros son diferentes pues se les cría para torturarlos en público. Si criaran los burros o las cabras exclusivamente para tirarlos desde un campanario pediría igualmente que esa fiesta no se celebrara, no tanto por la dignidad del burro sino por la de los seres humanos que son los que se degradan al buscar placer en el dolor.
    Tal vez podría cambiar esa fiesta buscando la lucha digna y la excelencia del humano enfrentado a un animal bello y terrible. ¿Qué pasaría si no se picasen ni se banderilleasen? ¿Sería posible hacer corridas de toros sin esas carnicerías?...mmm, puestos a imaginar…¿y sin matarlo?
    Creo que todo parte de la idea defensiva de que los animales no sienten el dolor. Ahora sabemos que eso no es cierto: los animales sienten el dolor, se asustan, se agobian, se deprimen, se ponen tristes y se aterrorizan. Ahora podemos tener conciencia realmente de lo que le hacemos a un animal como el toro… que no es ni más ni menos noble que un burro o una cabra o un perro… o una persona.
    Bueno, que ya me voy por los cerros de Úbeda. Me gustan tus reflexiones y encuentro refrescante el contraste de opiniones. ¡Es estupendo no tener que estar de acuerdo en todo!
    Un abrazo

    JCarlos Navarro

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  2. No sé si sabes lo que fue de Platanito:
    http://taurofilia.blogspot.com/2005/10/el-torero-que-vende-lotera.html
    Tu comentario se merece una bernardina entera, o varias, sobre todo después de que la Espe haya puesto sus sucias manos encima del asunto.

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  4. Otrosí, que dice Evaristo: la tendencia es a la corrida incruenta. Los chavales aficionados que conozco lo son solo a los concursos de recortadores y a los bous al carrer. No es que las corridas de toros les den asco: es que les aburren. En Estados Unidos han inventado la corrida incruenta, que es otro fraude porque un toro que no haya sangrador es imposible de torear, así que imagina qué especies animales utilizarán. Esto se quedará con el encierro pero sin la corrida. Riesgo sin componendas ni más armas que los pies. Ni más interés.

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  5. Como bien sabes, en este tema he evolucionado de la afición a cualquier festejo taurino a la duda, ámbito en el que me muevo ahora.

    Creo que las corridas clásicas de toros pueden ir muriendo de inanición. Ganaderos incompetentes, empresarios palurdos y matadores cada vez más cuestionados están acabando con ese festejo, al margen de lo que decida el Parlament de Catalunya. De hecho en Barcelona sólo se celebran unas 16 corridas al año y los que entienden dicen que, salvo las de Jóse Tomás, las demás son un fiasco desde hace varios años.

    No dices nada del "correbou", de la Vaquilla de Teruel y de los toros embolados y de fuego de nuestros pueblos turolenses...Me gustaría saber qué piensas a tal respecto. Yo participé en estos festejos durante mis años jóvenes y ahora los evito hasta como espectador.

    Lo de que tu "amiga" Esperanza Aguirre quiera llevar la tauromaquia a la escuela clama al cielo y muy bien podría salirle el tiro por la culata.

    Te felicito, al margen de que la comparta en su integridad o parcialmente, por la encendida entrada que has hecho en defensa de la fiesta taurina de calidad.

    Un abrazo

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  6. Antes de prohibir los toros, tendrían que prohibir el maltrato de patos y ocas a la hora de inflarles el hígado de manera brutal y acelerada para poder untarlo en un trozo de pan en las recepciones de los grandes magnates del mundo, pero esta es solo la humilde opinión de quien no ve con buenos ojos ni una cosa ni otra, pero distingue los grados de torturas a las que la humanidad a conseguido llegar.

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  7. Anónimo1:08 a. m.

    De acuerdo con Noemí.
    Había oido hace años que se estaba prohibiendo en Europa la alimentación forzada de las ocas y gansos para la producción de fuagrás. Transcribo algo que he estado leyendo con respecto a esa directiva europeda:
    "Informe de la Comisión Científica Europea:
    Diarrea, jadeos, dificultados motoras, lesiones e inflamaciones del cuello son realidades diarias. La alimentación forzada ya ha sido prohibida en la mayor parte de los países de la Unión Europea, y desde el 1 de enero de 1999 en Polonia. Acaba de ser igualmente prohibida en Israel sobre la base de la crueldad que supone.

    El Foie gras viola los principios de la Convención Europea sobre la protección de los animales destinados al consumo humano".

    A ver si poco a poco dejamos de torturar a los animales. Y a ver si, poco después dejamos de torturar a cualquier ser vivo, incluso a los humanos.
    Creo que todos estamos por lo mismo.

    JCarlos Navarro

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  8. Todos los argumentos y objeciones que planteáis aquí van saliendo poco a poco por la prensa (léase El País de hoy domingo).
    Luis: el correbous demás toros jubillos y no jubillos no es en el fondo muy distinto. El toro de la Vaquilla sufre bastante más que en una corrida. Ya sé que la soga y la baga son una gran tradición local y tal y cual, pero es de una brutalidad (y de una cobardía) que excede todas mis inclinaciones taurinas. Con respecto al correbous, no sé si has visto las barras de hierro con las que los pastores les sacuden descargas eléctricas para que se meneen... y den espectáculo. Esos hacinamientos indiscriminados en torno a un toro que muere por agotamiento (cuando no a lanzadas o acribillado a dardos)me resultan francamente repulsivos. Digamos que el encierro puro y duro, de toros peligrosos y riesgo más que probable, es lo que más me parece que dignifique este tipo de fiestas.
    Noemí: gracias por pasarte, tienes un blog muy divertido. Si de algo debería servir todo esto es para que asomen el cuello todas esas especies cotidianamente torturadas que mencionas, y algunas más. Como ves, Juan Carlos está puesto en el asunto. Me dais entre todos abundante material bernardinoso.

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  9. Anónimo6:23 a. m.

    Desde luego, abundan menos, pero sí hay gente que no esta de acuerdo en matar animales, en general. Y que sí ven claramente que hay mucho antitaurino que no ve el sufrimiento tras el filete que llega a su mesa.
    Quizá, por diversas razones, no se pueda o no haga falta llevarlo al 100% de la Humanidad, pero es perfectamente posible vivir sin consumir productos de origen animal; otra cosa es a lo que nos acostumbran y los gustos que nuestra pituitaria no desea perder.
    En mi caso particular me faltan por dejar los huevos y algunos lácteos, pero hace ya tres años que me alimento de vegetales y, todo indica que, además de sufrimiento animal, se ahorra muchísima agua comiendo vegetales en vez de carne y se evita bastante contaminación, por no hablar de que - de media- es más sano y más propio de nuestra especie que primen los vegetales en nuestra dieta.

    Saludos

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