28.9.10

Elogio de Italia


Virgilio, Geórgicas, II, vv. 136-176

Mas ni los bosques medos, su riquísima tierra,

ni el célebre Ganges ni el Hermo turbio de oro

igualan a Italia en fama, ni tampoco

el Bactra ni la India ni toda la Pancaya,

en arenas cargadas de incienso tan rica .

No araron estas tierras los toros que echan fuego,

sembradas con los dientes de una hidra monstruosa;

no erizó de yelmos ni apretadas lanzas

estas tierras ninguna cosecha de guerreros,

pero están repletas de fecundos cereales

y del jugo de Baco, allá en el monte Másico.

Las pueblan los olivos, los ganados untuosos.

Corcel batallador de aquí se lanza al llano,

altiva la testuz. De aquí blancos rebaños

y el toro, la víctima mayor, ¡oh Clitumno!,

bañados a menudo en tus sagradas aguas,

triunfos romanos hasta el templo trasladaron.

Aquí la primavera es estación constante

y es verano incluso en los meses impropios:

dos partos los ganados, dos cosechas los árboles.

No hay aquí rabiosos tigres ni la estirpe

feroz de los leones, ni al ir a recogerlas

las hierbas al incauto engañan con veneno.

Ni la sierpe arrastra enormes roscos escamosa

ni se encoge luego en largas espirales.

Suma a esto tantas ciudades de renombre,

el ímprobo trabajo de las obras, y tanta

fortaleza en áspera peña levantada

por la mano del hombre, y los ríos que corren

bajo antiguos muros. ¿Y habré de recordar

el mar que al alba baña, el agua que al ocaso?

¿Quizá los grandes lagos? ¿A ti, gran lago Laro,

y a ti que te encrespas, Benaco, en oleajes

y estrépito propios del mar? ¿Recordaré

los puertos y los diques en el lago Lucrino,

las aguas que se indignan estruendosas, allí

donde resuena la onda Julia muy a lo lejos,

el mar ya rechazado, y el bravo Tirreno

se precipita hasta los brazos del Averno?

Ríos de plata, minas de cobre por sus venas

ofreció esta tierra, y a chorros el oro.

Engendró una recia estirpe de guerreros,

los marsos, el austero ligur, la juventud

sabélica y los volscos que tiran con venablo,

y a los Decios, los Marios y los magnos Camilos,

a Escipiones duros de batir, y a ti, César,

el más grande de todos, que en este momento

campeas victorioso en el confín del Asia

y apartas del cuartel romano al indio imbele.

Salve, tierra saturnia, gran madre de las mieses,

gran madre de los héroes. Emprendo en tu honor

este arte de prestigio antiguo, me atrevo

a abrir fuentes sagradas, y entono en honor

de ciudades romanas el canto de Ascreo.

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