19.3.08

TEATRO


Diario de Teruel, 20 de marzo de 2008, Jueves Santo

Tal día como hoy, en Calanda, un personaje trágico se pasea entre ceremonias litúrgicas y cuadrillas de tambores. Es Longinos, el que le clavó en el costado a Jesús una lanza en la cruz. Al parecer, Longinos procedió a un rejonazo de gracia, como con todos los crucificados, pero en el caso de Cristo descubrió que aún estaba vivo. Longinos fue pues la última herida del Hijo de Dios, un papel de malo necesario que fue movido por estricto cumplimiento del deber, pero que acabó consagrándose con menos categoría incluso que la de un tipo tan ruin como Judas Iscariote. Longinos ni siquiera ganó unas monedas, ni siquiera fue un traidor; era un operario que iba rematando ajusticiados y de pronto le tocó rematar a Dios. Y desde entonces arrastra su ira y su culpa, su disciplina castrense y el recuerdo de su profanación, entre procesiones de niños que pasean cabezas cortadas o palomas, entre carracas y saetas que más parecen jotas elegíacas, y estandartes con la muerte dibujada. Vestido con una armadura del siglo XVI y una faldita y una capelina de color púrpura, el soldado triste vigila y amenaza, guarda el orden en duelo y se siente como se sentiría en un entierro el asesino.
Este personaje tan desairado es uno de los protagonistas de esa gran función teatral que es la Semana Santa, y también es el hilo conductor del documental que José Miguel Iranzo acaba de terminar con el título de Cajas destempladas. Todos hemos visto mucho tedioso reportaje sobre las procesiones, mucha entrevista con antiguos nazarenos, pero Cajas destempladas prescinde de cualquier explicación, de las palabras de los expertos y las citas de las enciclopedias. Iranzo muestra el fundamento teatral, ciertamente surrealista, de todo lo que allí sucede estos días, reordena la realidad para que por sí sola se explique, y lo hace con esa subyugante fluidez tan suya, con ese despojamiento irónico que a menudo se resuelve en contrastes geniales, en escenas que al juntarse vuelven a ser vistas como la primera vez, con toda su carga escénica y toda su sustancia humana. La habilidad de Iranzo para mirar las cosas y al mismo tiempo abrirlas en canal me sorprende cada día más. Siempre me habían parecido un poco traídas por los pelos las asociaciones buñuelescas entre Semana Santa y surrealismo. Es esta la primera vez que lo entiendo como si fuera lo más natural del mundo.

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