3.1.21

Ailanto

Cuaderno de invierno, 14

El fundamento de la limpieza es la meticulosidad. Con pasar un trapo no se consigue ningún beneficio espiritual. Hay que usar esa expresión que la gente dice frunciendo el ceño, a fondo, la limpieza a fondo, las conversaciones a fondo, las revisiones médicas a fondo. Hoy, por ejemplo, he ido a cortar las varas de ailanto, esos árboles del cielo que según decía Betty Smith crecen en patios y callejones en los que ninguna otra especie podría prosperar. Estos han crecido en un rodal muy cerca de la tapia, hijos todos de un malhadado ejemplar que talé y cuyo tocón abrasé con petróleo, pero que cada año da su bosquecillo de palos tiesos y desnudos. Esta vez me he decidido a hacerlo a fondo, es decir, no contentarme con cortar los vástagos por la base; me he entretenido en descubrir la raíz, aprovechando que el terreno era de desmonte y estaba húmedo y muy suelto. Y las raíces, que después de cavar un rato podía arrancar con facilidad, eran un engendro monstruoso, unas bulbosidades hipertrofiadas, llenas de tumores blancos, de las que salían retículas carnosas y brotes gordos como espárragos. Eran repulsivas. Y así como el otro día, arrancando las dos plantas de tabaco que uso para espantar los bichos (y que son mano de santo), la borla de raicillas, mientras sacudía la tierra, despedía un aroma fragante de tierra fértil y tabaco negro, estas raíces monstruosas de los ailantos echaban tufo a cochinilla, como los tallos y las hojas, pero además, en este caso, a cochinilla enferma, medicamentosa, una hedentina como sintética, como si fuera de un árbol que se les fue de las manos en un laboratorio clandestino de árboles de sombra.

La limpieza es lenta. Tardaré bastantes días en desarraigarlos, pero la tarea ha ingresado en el mecanismo de la obra en marcha, en el estarse haciendo, antes de que los tubérculos deformes lleguen a las inmediaciones de otros árboles de raíz clásica y les chupen los nutrientes o los estrangulen. Me siento como aquel que ha puesto la primera piedra para solucionar un antiguo y grave problema de infraestructura, el día que, después de años de no ser capaz de mirar los ailantos sin recordar la necesidad de exterminarlos, por fin ha empezado una operación a fondo. Los huecos enormes de aquellas raíces de árbol venenoso parecen ahora heridas que antes de suturar habría que desinfectar.

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