28.3.20

La contagión, 13


Nos habíamos acostumbrado a vivir sin miedo a las enfermedades. Ten cuidado, nos decía nuestra madre, no te tengamos que llevar a la residencia. Podías caerte, atracarte de pasteles, coger el sarampión. El límite era tener que ingresarte porque se te hubiera clavado un cristal en la rodilla, o que no hubiera forma de bajarte la fiebre. Entrabas en pasillos blancos que olían a colodión, muerto de miedo, y los padres te cogían de la mano. Sonreían para quitarte el terror con el que ahora entran ellos en los hospitales, y esperan en un pasillo, y no ven a nadie. No te preocupes, no será nada, si quieres te traigo las zapatillas, fue lo último que escucharon. Hasta mañana, les dijeron. Pudo ser solo un corte en la rodilla, un empacho, una imprudencia, pero ellos estaban allí, no te preocupes, decían, si tienes que hacer noche me quedaré contigo. Y se iban a comer con el encargo de traerte unos tebeos, ¿qué más te traigo, hijo mío? La vida era que volviesen. Ha pasado el tiempo y ellos están en los mismos pasillos blancos, la puerta está cerrada y detrás solo se ve personal sanitario que se protege como puede y detrás de los cristales hace signos de esperanza. Uno se queda con las zapatillas en la mano como si se hubiera quedado con una conversación interrumpida. Había llegado el momento natural de ser nosotros quienes les cogiésemos la mano, no te preocupes, ahora viene el médico. Y sin embargo estamos fuera, todos, menos los que se juegan la vida, estamos fuera. Suena el teléfono y se acerca la epidemia, un buen amigo no ha podido despedirse de su tío, entró como entra de vez en cuando, a que me pusiesen medias suelas, suele bromear con los amigos cuando vuelve al hogar del jubilado. Quizá solo fue un leve accidente, una ligera recaída, quizá tan solo fue por precaución. Quedan las horas crueles de no cogerles la mano, de no acercarles un vaso de agua. Quién te iba a decir a ti que el túnel blanco era el pasillo del hospital y que no sería rápido ni glorioso. Cortas una rodaja de lo que sea para comer un poco, hay que comer un poco, no puedes caer enfermo, cuidado con el cuchillo, no puedes exponerte a que te tengan que ingresar. La vida y la muerte pelean en el mismo sitio, detrás de los cristales, prohibido el paso.

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