21.3.20

La contagión, 6




En los 70 se puso de moda un libro que se titulaba Cuando China despierte, el mundo temblará. Lo escribió un periodista francés, Alain Peyrefitte, usando una frase que se atribuye, como de costumbre, a Napoleón. Eran tiempos de inquietud. Mao se acababa de pulir a su opositor, que, no es broma, se llamaba Lin Piao, un comunista ortodoxo que desapareció cuando huía hacia la URSS. Eran los tiempos de la reeducación, cuando el Estado enviaba una temporada a trabajos forzados a cualquiera que pensase por sí mismo. Se pensaba, entonces, que los chinos eran algo así como máquinas programables que un buen día montarían una que ríete tú de la revolución de los Calmucos. Pasó el tiempo, China despertó e hizo algo parecido a lo que pasó en Rusia: después de los fuegos de artificio democráticos, siguieron el sistema del partido único, se convirtieron en la economía más poderosa del mundo y se terminaron de repartir por todo el planeta.
Hace un par de semanas, un alumno me enseñó la foto que había hecho en el chino que hay debajo de su casa. La cajera había instalado delante del mostrador una cortina de plástico duro a la que había recortado un agujerito para devolver el cambio con sus manos enguantadas. El muchacho se reía, estos chinos… Estos chinos llevan décadas muy despiertos, y lo que podría haber sido una catástrofe apocalíptica fue reconducido hasta que, ayer mismo, acabaron con los contagios de coronavirus, después de dos meses con unas condiciones de vida que sigo sin estar seguro de que aquí seamos capaces de soportar. Así como Corea tiró de dinero e inteligencia, en China decretaron medidas muy rigurosas que se cumplieron a rajatabla. Aquella china que puso en la tienda la cortina vivió la crisis desde su casa, como si viviera en Pekín, que es lo que, ahora nos damos cuenta, deberíamos haber hecho todos. Y mientras Trump secreteaba para quedarse con patentes exclusivas en vez de organizar un poco aquello, los chinos construían hospitales colosales y les quedaba tiempo para regalar al mundo millones de mascarillas. En Estados Unidos, el alcalde de Baltimore ha pedido a sus vecinos que hagan el favor de no matarse mucho estos días, que no tienen camas en los hospitales, y en Valencia se ha montado una operación salida de varios kilómetros como si fueran vacaciones de verano. 
Sí, ellos sí que han despertado. Los que estamos un poco torrijas somos nosotros.

4 comentarios:

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  2. Es un placer leer a Antonio Castellote en todo momento, pero en estos días de reclusión se agradece mucho más. Gracias, maestro.

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  3. Matizo lo de Valencia.
    Era gente que volvía a sus casas mayoritariamente después de trabajar y se montó un control en la salida donde más gente vive en zonas residenciales.
    Yo me lo comí

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    1. Gracias, Gomy. Nunca está uno libre de las falsas impresiones.

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