14.11.19

Túnel


Tenía que pasar una manguera por el túnel del tajadero, una pendiente de unos ocho metros de caída, y aunque cabe la posibilidad de cegarlo y llevar el agua con una tubería, lo cierto es que esa construcción tan primitiva lleva aquí, por las catas que hemos hecho cada vez que se descascarilla, lo menos ochenta años, motivo suficiente para conservarlo, y a eso me he dedicado un buen rato, a meter una sirga atada a la boca de la manguera por la entrada del túnel, e ir avanzando muy poco a poco (tumbado, con el brazo entero metido en un sitio húmedo y oscuro, a expensas de que una rata se merendase mis huellas dactilares) hasta que ha sido inevitable reconocer que en algún punto del túnel había habido un desprendimiento y estaba embozado. Su construcción consistió en abrir una zanja escalonada, forrarla de obra y cubrirla con un palmo de tierra donde el humus de millones de hojas secas creció y abasteció a la maleza durande décadas. Las paredes llevan ladrillos macizos antiguos, cocidos como mínimo en los años 50, verdes de muchos mohos, pero el techo, por lo que se vislumbra en las dos salidas que tiene antes de llegar abajo, son planchas de cemento con poco cemento y mucha gravilla de río que se deshacen al menor roce. Alguien que pasase por encima emitiría suficientes vibraciones para hundirlas. Hasta hace un par de años todavía levantaba la plancha de hierro del tajadero y bajaba el agua sin problemas hasta las lechugas, pero el agua no es una sirga atada a una manguera, el agua se lleva por delante los escombros y genera nuevos desprendimientos. Si se pudiese atar la sirga al agua…
Así que nada: como sucede cada vez que encuentran un paño de muralla árabe en el entorno de una iglesia, la mejor manera de conservarlo es taparlo, negarlo, dejarlo, en todo caso, para guarida de roedores. Queda una última posibilidad, digamos, intervencionista. Se trataría de reabrir la zanja (que pasa por debajo del taller y de sus cimientos) y volverla a tapar después con bardos de barro cocido y un cemento más resistente, y cubrirla de tierra y dejar que caigan las hojas por encima. De todas formas, me conformaría con instalar una cámara en la sirga para ver cómo ha sido ese lugar todo este tiempo. Ver lo que nadie ha visto.

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