29.12.20

Huerto

Cuaderno de invierno, 9


Los monjes no se ocupan cada día de más extensión de tierra que la que ocupan ellos mismos con sus hábitos tumbados en el suelo. Yo hago un poco más, pero poco. Hoy tocaba entrar en el huerto. Los ocho días después de Reyes la luna estará en menguante y será el momento de plantar los ajos. No les dedico más que una cuarta parte del bancal, pero esa parte al menos tiene que estar lista en doce días, como el leño trashoguero. En todo caso, puesto que lo tengo dividido en dos, empezaré preparando también el terreno a los puerros y las cebollas. Para todo lo demás, la otra mitad además de otro bancal entero, tengo de tiempo hasta mayo.
La faena de hoy ha consistido en arrancar los tallos secos de las judías, pajizos y arguellados, más una planta de tabaco lánguida que se heló y perdió la turgencia pero conservó el color, y algunas ramillas muy finas de las guindillas que planté a los lados y los dos o tres pepinos que crecían a la sombra de las cañas. Con lo majas que estuvieron las judías, la maraña de verdor entre los rodrigones y las vainas tremolosas, y el aspecto sunsido y quebradizo que tenían esta mañana. No ha costado nada sacarlas con el almocafre (una azuela de media luna, fina y afilada) y amontonarlas en la carretilla. Cuando las eche al bidón de quemar durarán menos que el chisporroteo de las llamas al abrasarlas. Siempre me llama la atención la frágil feracidad de las verduras, lo pronto que se quedan en nada, pero solo en invierno pienso en ello. Al echarlas en el montón de los hierbajos abultaban mucho y no pesaban, yo mismo las iba quebrando al trasportarlas en brazados. Hace días que saqué las cañas, y ya entonces arrancarlas de las guías era como limpiar un perchero de telarañas. Se quedaron medio erguidas, sujetas por sus minúsculas leñosidades, como si antes de morir hubieran aprendido a sostenerse.

Esta mañana la labor exigía solo el uso de aperos cómodos de mango largo, con los que se puede trabajar sin necesidad de estar doblando todo el rato el espinazo. Aparte de la azuela escardadora, luego había que rastrillar la pieza, devolverle la llanura, antes de cavarla con un método que contaré mañana. Hoy me he limitado a eliminar todo color que no fuera el castaño oscuro de la tierra.

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