27.2.24

Nocturno

Cuaderno de invierno, 69


Hace tiempo que cayó la noche y los mastines no dejan de ladrar. Salgo a ver qué pasa, con el tiempo se aprende a distinguir el tono y la frecuencia del ladrido. Es noche de luna y sopla un viento pelado, y lo normal es que ladren a las sombras que se mueven en la noche clara, o que hayan escuchado cómo un gato se rebulle entre las hierbas para hacerse la cama, o que aproveche una rata la ausencia de los gatos para buscar comida entre los tronchos de berza que les tiran a las cabras. Puede ser también que les alteren las bombillas de los gallineros, las dejan encendidas para dar calor a los polluelos o para que las gallinas pongan más, o bien que haya entrado un coche en alguna finca con las luces apagadas, a echar de comer a los animales o abrir el tajadero. Pero en todos esos casos los ladridos son de alerta, no de alarma: sirven para advertir a los de fuera, no a los de dentro, y en este caso son más cortos y agudos, más inquietos, como si hubieran visto algo infrecuente. Galán ladra junto al ribazo y puedo ver el vaho de su aliento en el aire congelado. Incluso Morena, menos alterable, más siempre a la sombra de Galán, se desgañita con su ladrido fino y mueve la cola con energía. A veces, si ha llovido, hay buscadores de caracoles que caminan sin linterna por el ribazo, pero no en este tiempo, ni con una noche tan desapacible.
Así que me abrigo bien (el gorro, los guantes y el tabardo), cojo la linterna y bajo a donde están ellos. No tiene mucho sentido salir de casa cuando hay ruidos extraños, es exponerse gratuitamente al peligro, y mucho menos gritar ¿quién anda ahí? Salgo sin pensarlo porque no es normal que estén tan alterados los mastines, pero también su excitación me hace sentir seguro. Al mismo tiempo que los calmo con voces, como si su misión de avisarme ya se hubiera cumplido, disfruto de la rasca y del rumor del viento por la vega. La noche cruje con el hielo, algo que me produce un cierto regocijo: celebramos el frío como si fuera el último, como si ya no fuese a venir más. No veo nada, ni a nadie. Quizás es eso lo que celebran, que no se acaba el invierno.

3 comentarios:

  1. Anónimo12:21 p. m.

    ¿Quién anda ahí? no habría sido peor título. Más enérgico, más eficaz.

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  2. Antonio Castellote12:41 p. m.

    Posiblemente, sí, pero las entradas de esta serie las titulo con una sola palabra.

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    1. Anónimo6:19 p. m.

      Entendido. A la hora de opinar, algunos estamos demasiado influidos por lo comercial.

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