16.10.19

Noguera


Aparte de los chopos, las especies que desde siempre crecen orilla del río sin que nadie las plante son las sargas, los saúcos y los nogales, las nogueras que se llaman aquí. En casa, la noguera grande, de más de cuatro pisos de altura, nació junto a la valla y durante años la protegíamos de los alambres, que se le hincaban en la corteza. Crecía como desmedrada, hasta que unos años después, y en cosa de tres primaveras, se convirtió en un árbol robusto y frondoso. Fue un de pronto de mil días, a partir del cual el árbol parece haber estado allí tanto tiempo como las nogueras en las que se paran a tomar la sombra los pastores. Su «encarcelada nuez esquiva» es más pequeña, prieta y sabrosa que las que dan esos prolíficos nogales americanos, que crecen más deprisa y se desparraman. Los autóctonos son menos ostentosos, y al mismo tiempo más tupidos, más profundos. En un nogal americano se vería al ruiseñor de Keats; en estas nogueras de pueblo, no. Lo de tienes más mala sombra que las nogueras, que se dice por aquí, se refiere a esa humedad compacta, a la sombra densa que ataca al pastor mientras dormita, o envenena a su perro con las nueces. Aunque esto último habría que verlo. Hace ya varias noches que se encucha a los mastines cascar con la dentadura las primeras nueces que cayeron al suelo. Veo la perfección con la que abren la cáscara en dos y extraen limpiamente los cotiledones y me cuesta creer que de este árbol pueda salir algo malo. 
De modo que, cuando, hace lo menos diez años, salió un plantón de nogal en la jardinera del patio, nos aplicamos a cuidarlo con riegos frecuentes y podas minuciosas, y fue sobreviviendo y aún es una zagala larguirucha pero la copa ya hermosea y se asoma al balcón de arriba. Si la historia se repite, la noguera está a punto de pegar el estirón definitivo, el que la convertirá en adulta, y pronto dará sombra por las mañanas. Entretanto, todas las hojas han perdido el verde al mismo tiempo y antes de deslizarse por la senda del ocre tenían un amarillo cadmio muy claro, un color que apenas duró dos días y que es la hoja desnuda de clorofila, antes de que empiece a ponerse la mortaja marrón. Es su última elegía contra el azul del cielo.

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