Cuaderno de verano, 8
Por un sentido un poco primitivo de lo auténtico, sigo evitando los adelantos técnicos para cuidar el huerto. Igual que me gusta desmenuzar los terrones con la laya, o con las mismas manos, todavía me resisto a las delicias del riego automático. De vez en cuando visitamos el espléndido jardín de una amiga que ni siquiera se molesta en darle a un botón para que el sistema de riego se ponga en funcionamiento. Es el propio sistema el que controla el grado de humedad que hay en la tierra y la cantidad de agua que las plantas necesitan con arreglo a parámetros tan inasibles como el viento o el calor. Ella se sienta en el porche y lo ve florecer.
Aquí sigo regando con el tajadero, y rezando por que no corten el agua de la acequia en el peor momento, cuando están creciendo los pimientos o las hortensias y las dalias empiezan a brotar. En verano regar es la faena, ir de un sitio para otro con las mangueras, ahora los alcorques de los frutales, después los surcos de las tomateras, más tarde los arriates de los lirios, sin olvidarnos de la parra virgen que envuelve la fachada y la protege de las brasas del sol, o de las glicinias que mantienen la pérgola con sombra densa, para que se tumben los perros por las mañanas.
Aquí sigo regando con el tajadero, y rezando por que no corten el agua de la acequia en el peor momento, cuando están creciendo los pimientos o las hortensias y las dalias empiezan a brotar. En verano regar es la faena, ir de un sitio para otro con las mangueras, ahora los alcorques de los frutales, después los surcos de las tomateras, más tarde los arriates de los lirios, sin olvidarnos de la parra virgen que envuelve la fachada y la protege de las brasas del sol, o de las glicinias que mantienen la pérgola con sombra densa, para que se tumben los perros por las mañanas.
He emborronado papeles con proyectos, el depósito de decantación, la ruta de las tuberías, los distintos grifos, filtros y aparatos, pero me resisto al progreso igual que me resisto al tiempo. Por alguna razón absurda pienso que disfruto más si no media la técnica entre las plantas y mis manos. Me sigo contentando con métodos antiguos, con manuales milenarios, y a veces pienso que el día que necesite tecnificarlo todo, de algún modo mi relación con el jardín también habrá terminado. Yo, de momento, sigo a lo mío, y leo a Virgilio:
El campo es fecundo. Y qué diré de aquél
que después de haber ya echado la simiente
repasa los terrenos, los grumos desmenuza
del estéril secano, y después encamina
uniendo canaleras las aguas desde el río,
y si el campo exhausto se llega a requemar
entre los herbazales mustios, hete aquí
que del borde inclinado en la boca del canal
hace saltar las aguas, y un bronco rumor
resuena al discurrir entre esmeradas piedras
y a chorros refrescan los áridos bancales.
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