Toni Losantos acaba de publicar un libro de metrópolis, distribuidas, unamunianamente, en país, paisaje y paisanaje. También Unamuno publicaba en el periódico sus guantazos a políticos mediocres, sus elegías al pino muerto y su conversación perpetua con la gente. Tiene algo Toni Losantos, ahora que lo pienso, de regeneracionista unamuniano. Debería pasearse con las manos a la espalda y un chaleco de cuello cerrado en sus investigaciones por los despropósitos del consistorio. De Víctor Pruneda pondera, sobre todo, el hecho de que “nunca renunció a Teruel”, y también aquí está todo el mármol que Losantos necesita para sus columnas. Su contumacia unamuniana redujo desde el principio los motivos (y lleva ya cinco años) a los de cronista del mundo tangible, esa figura con pajarita que ha desaparecido ya de los periódicos y que era un hombre sentado en una esquina al que tenían prohibido inflar noticias o hablar de política. Losantos sabe que la gente escribe mal porque no ha leído, y que un paisaje puede sentirse por escrito sin ser jamás empalagoso. Sabe que las opiniones nunca sirven para nada, pero sí las contradicciones, la mirada oblicua, la sana sospecha. Por eso su columnismo, tan respetuoso con la literatura, con el petit poème que es la columna, suena en libro tan macizo, tan recién escrito, que es lo que me pasa a mí con Unamuno. Lleva Losantos mucha literatura dentro como para permitirse columnillas autocomplacientes. A veces le sale la vena lúdica umbraliana, y perduran los brillantes porque están bien engastados, pero yo casi prefiero al regeneracionista cenizoso y llano, crudo y sensible. Leer un buen libro es distinguir sabores. En todos los periódicos hay columnas incoloras, agua de castañas, que ni refresca ni apaga la sed, pero el buen escritor de columnas brilla más en días sin noticias. Entonces es cuando se ve el oficio, la verdadera maestría.
La principal virtud de una columna, ya lo dijo Vitrubio, es que se sostenga. Día a día sostiene una mirada, una costumbre. Cuando se hace libro, tiene que sostener al tiempo. Tiene que vibrar entre los dedos y estar viva. Sí, debería Losantos dejarse crecer la barba en punta y ponerse gafas de búho, y publicar, cuanto antes, un libro de andanzas y visiones turolenses. Ese libro unamuniano no está escrito. Ojalá este Veinticuatro líneas sea su hermoso primer capítulo.
Gracias, Antonio, por ponernos al días sobre este tipo de publicaciones. Me gusta esta frase: "pero el buen escritor de columnas brilla más en días sin noticias" porque comparto todo su significado.
ResponderEliminarSaludos cordiales
Gracias, Luis Antonio. Llevo un tiempo lejos del blog. A ver si retomo la seguida. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Luis Antonio. Llevo un tiempo lejos del blog. A ver si retomo la seguida. Un abrazo.
ResponderEliminar