Todavía llevo encogido el corazón de ver las obscenas fotos que publicó el martes pasado este diario. Todavía me produce escalofríos la imagen de la vaca muerta en Linares de Mora, recién parida, la vulva deshecha y tumefacta, como si a base de estirones y mordeduras los buitres hubieran intentado sacarle las tripas, y el ternerillo, a su lado, al final de un reguero de placenta ensangrentada, herida la párvula boca, porque al primer vagido le arrancaron la lengua a picotazo limpio.
La crudeza naturalista de aquellas imágenes nos aflige porque las vacas tienen alma. Ves un coleóptero y no sientes nada, pero con los mamíferos es fácil identificarse. Una vez consulté con una mujer que se había criado entre vacas y me dijo que desde que habíamos entrado en la Unión Europea las vacas eran más estúpidas. Claro que ella hablaba de las pobres vacas lecheras, que, más que tontas, parecen haber renunciado a plantearse fríamente su penosa situación de nodrizas enjauladas. Las vacas que se crían en el campo abierto y matan moscas con el rabo adoptan actitudes más comprensibles, dicen mucho con los ojos, y no es igual su indiferencia cuando pasa el tren que cuando al lado tienen un becerro que no se puede aún tener en pie. Su maternidad es proverbial. En una postal no puedes poner a un buitre regurgitando la lengua de un ternero para dar de comer a sus crías, pero una vaca es síntoma de sosiego pintoresco, de buena salud.
Ni tampoco quisiera haber estado en el pellejo de la veterinaria que acudió a socorrerla y se encontró a cien buitres polvorientos con los picos rojos de carne. Cualquiera se mete con ellos. La naturaleza tiene sus normas y cuando no hay carroña los carroñeros se adaptan a escape. Atacan a todo lo que no se mueve, esté vivo o muerto, como sabe cualquiera que haya leído novelas de vaqueros o esos tebeos en los que el explorador agita los brazos para que los buitres no lo tomen por fiambre antes de tiempo. Las que no se adaptan son las vacas, pobrecicas, y por eso urge volver al burro muerto de Buñuel, a los esqueletos desperdigados, y levantar de una vez, que ya va siendo hora, el artificioso protocolo de las vacas locas. Esa pobre vaca muerta en el momento más hermoso de su vida seguramente ya no sirve ni para filetes. Los buitres se la comerán entera. No dejarán ni la lengua, con lo rica que está.
Antonio:
ResponderEliminarNo sé si sabes que en Cuba están muy protegidas las vacas para garantizar la leche a los niños. Matar una vaca sin permiso oficial está totalmente prohibido. Pues bien, Cuba es el país del mundo donde mueren más vacas ACCIDENTALMENTE
Saludos
Por cierto, que son genuinas vacas indo-europeas, para que luego digan que sólo era una hipótesis. Los cubanos hacen realidad casi cualquier hipótesis.
ResponderEliminarUn abrazo, Luis.