Geórgicas, II, 397-419
Y queda la faena, que nunca se agota,
de cuidar los viñedos: entera hay cada año
la tierra tres y cuatro veces que labrar
y destripar terrones con la azada del revés
y enteras descargar las parras de hojarasca.
El ciclo del trabajo retorna al labrador
y el año vuelve tras sus pasos al principio,
y así, tiempo después, cuando la vid ha perdido
las más tardías hojas y el frío Aquilón
los bosques despojó de su ornamento, ya entonces
el tenaz campesino extiende sus cuidados
al año venidero, y sigue escamondando
con la hoz de Saturno el resto de la viña,
podando la compone. Sé el primero en cavar,
el primero en quemar los sarmientos recortados,
y el primero en guardar bajo techo las estacas.
Y vendimia el último. Se cierne sin respiro
la sombra en los majuelos, sin respiro las hierbas
de prietas zarzas cubren la tierra de labor.
Duras son labores. Alaba el campo grande,
cultiva el reducido. Se cortan por el bosque
también varas de áspera retama, y juncos
a la orilla del río, y el sauce silvestre,
que lleva su cuidado. Atadas están las vides
las cepas a la falce ya dan tregua, ya canta
los liños vendimiados el último viñador.
Pero la tierra hay que atenderla, binarla
y, con las uvas ya maduras, temer a Júpiter.
La realidad del campo dista mucho de la idealización literaria del mismo. Leyendo tus textos entran deseos de retornar a los orígenes...
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