Ya empieza a ser penosa costumbre que todos los años por estas fechas tenga que asistir a un cursito de esos que programa la Comunidad de Madrid porque piensa que los profesores, cuando volvemos a casa, nos dedicamos a jugar a los marcianos en vez de estudiar nuestra disciplina. Este año, como el ponente era bastante bueno, la cosa se sobrellevó mejor. Al final apañé una nota para justificar mi asistencia. La dejaremos aquí, en el almario virtual.
Sobre el verbo
‘sentir’ en el Libro de la Vida de
Santa Teresa de Jesús
Lo que yo pretendo declarar es qué siente el alma
cuando está en esta divina unión
(V18,2)
§1. En una de las sesiones del curso Teresa de Jesús (1515-2015): lenguaje y experiencia mística, el
ponente, Juan Antonio Marcos Rodríguez, comentó un texto (V27, 2) en el que
Teresa describía la presencia de Dios en estos términos:
Parecíame andar siempre a mi lado
Jesucristo, y como no era visión imaginaria, no veía en qué forma; mas estar
siempre al lado derecho, sentíalo muy claro, y que era testigo de todo lo que
yo hacía, y que ninguna vez que me recogiese un poco o no estuviese muy divertida
podía ignorar que estaba cabe mí.
Entre
las cuestiones que suscitó el comentario, me surgió la de plantear al ponente
qué sentido exacto tenía en ese pasaje el verbo sentir, teniendo en cuenta que
en el lenguaje popular del siglo XVI que tan bien manejaba Teresa no es raro
encontrar el verbo sentir en su
acepción de oír. Naturalmente, la
cuestión no podía resolverse sin acudir a las concordancias, que es la tarea
que, por lo que respecta tan solo el Libro
de la vida, hemos llevado a cabo en el presente trabajo. Para ello hemos
examinado los pasajes en los que aparece el verbo sentir en cualquiera de sus tiempos, modos, números y personas, es
decir, la raíz *sent- con
sus respectivos apertura y cierre de vocal lexemática en *sient- y *sint-; así
como el sustantivo sentido y sentimiento, si bien ya no el derivado consentir, de significado unívoco.
§2. En el Tesoro de la
lengua castellana, Sebastián de Covarrubias aporta esta definición de sentir:
SENTIR. Latine sentiré, sensu percipere. Notorio
es a todos llamar cinco sentidos corporales: la vista, el oydo, el gusto, el
odorato y el tacto; y muchas vezes sentir se pone por entender, como decir: Yo
siento esto así, yo lo entiendo así. Sentimiento, el acto de sentir, y algunas
vezes demonstración de descontento.
La
mucho más matizada definición del DRAE abunda en esas cuatro nociones básicas
de percibir, experimentar, entender y lamentar.
Covarrubias
|
DRAE
|
sentire, sensu percipere
|
2. tr. Oír o
percibir con el sentido del oído. Siento pasos.
3. tr.
Experimentar una impresión, placer o dolor corporal. Sentir fresco, sed.
1. tr.
Experimentar sensaciones producidas por causas externas o internas.
|
entender
|
6. tr.
Juzgar, opinar, formar parecer o dictamen. Digo lo que siento.
|
acto de
sentir
|
4. tr.
Experimentar una impresión, placer o dolor espiritual. Sentir alegría, miedo.
|
demonstración
de descontento
|
5. tr.
Lamentar, tener por doloroso y malo algo.
|
Si
descomponemos estas acepciones en sus semas correspondientes, el verbo sentir agrupa sus significados bajo el
hiperónimo de percepción, ya sea esta
sensorial o intelectual (espiritual) y en cada caso con connotaciones
meliorativas o peyorativas. En la acepción de ‘percepción sensorial’ no es muy
amplio el abanico de matices: la positiva va del gusto al deleite, en diferentes
grados; la negativa, de la contrariedad al dolor, también en diferentes grados;
la denotativa, por su parte, alude a cualquiera de los cinco sentidos, incluso
a varios, aunque, en efecto, el más frecuente sean el del oído y el del tacto.
La ‘percepción intelectual o espiritual’ plantea muchos más matices no
dependientes del grado de uno o muy pocos de ellos.
Percepción
Sensorial
Positiva: sentir placer
Negativa: sentir dolor
Denotativa: sentir pasos
Intelectual
Positiva: inclinación, aprecio, preferencia, satisfacción,
etc. Sentir amor, cariño, simpatía, aprecio, afecto, admiración, predilección,
debilidad, consideración, respeto, estima, orgullo, pasión, delirio, devoción,
fascinación, adoración, veneración, interés, atracción, afición, seducción.
Negativa: odio, rechazo, deseo de alejamiento, aversión,
desprecio, fobia, distanciamiento, pena, tristeza, lástima, compasión,
conmiseración, inquietud, preocupación, temor, terror, reparo, zozobra, culpa,
culpabilidad.
Es sintomático
que el idioma haya alejado las palabras neutras, denotativas, del verbo sentir
cuando se usa como percepción intelectual, algo que Teresa hace con relativa
frecuencia.
§3. La siguiente tabla da idea de los distintos usos del verbo sentir y de los sustantivos sentido y sentimiento que hemos rastreado en el Libro de la vida.
sentire, sensu percipere:
sentir
con los sentidos
|
Percepción
sensorial
positiva,
“deleite exterior”
|
Tabla,
14; 4, 5; 15, 10; 16, 5; 18, 10; 18, 11; 20, 3; 22, 15; 23, 2; 25, 1; 27, 2-3; 27, 3; 28, 6; 31, 4;
38, 2; 40, 1
|
Percepción
sensorial
negativa
|
5, 10; 6, 1; 7, 16; 20, 10; 29, 12; 32, 1; 32, 2;
32, 3
|
|
Percepción sensorial neutra
|
5, 9; 7, 16; 11, 9; 18, 12; 18, 12; 19, 2; 20,
18; 20, 19; 31, 12
|
|
entender
|
Percepción
intelectual positiva
“deleite
interior”
|
Prólogo;
10, 1; 11, 9; 12,
4; 14, subtítulo; 14, 4; 14, 5; 15, 1;
15, 7; 15,
9; 16, 3; 16, 4; 17, 5; 19, 1; 20, 9;
22, 11; 24, 4; 24, 11; 26, 1; 27, 4; 27, 7; 27, 12; 31, 4; 31, 20; 33, 9; 34,
10; 38, 16; 38, 21; 39, 6; 39, 22
|
Percepción
intelectual negativa: “demostración de
descontento”
|
2, 4; 2, 8; 4, 1; 4, 2; 4,
3; 4, 3; 5, 9; 6, 4; 7, 11; 7, 19; 8, 11; 9,
1; 9, 2; 21, 6; 21, 7; 22, 3; 24, 2; 24, 4; 25, 13; 26, 4; 26, 5; 28, 4; 28,
10; 28, 17; 29, 4; 29, 6; 29, 9; 29, 9; 29, 12; 29, 14; 30, 9; 30, 12; 31, 4;
32, 12; 33, 5; 33, 6; 33, 7; 33, 9; 34, 10; 34, 10; 35, 9; 35, 10; 35, 11;
38, 1; 38, 16; 38, 22; 40, 10; 40, 21; 40, 22; Epílogo, 1
|
|
Percepción
intelectual neutra
|
7,
14; 9, 8; 18, 1; 18, 2; 18, 14; 19, 1; 20, 7; 20, 11; 20, 18; 21, subtítulo;
22, 7; 25, 10; 30, 16; 30, 18; 33, 6; 34, 17; 37, 9; 38, 22; 39, 6; 40, 22
|
§4 DELEITE EXTERIOR: LA PERCEPCIÓN SENSORIAL POSITIVA.
No
solo es esta acepción mucho menos utilizada por Teresa que la de ‘percepción
intelectual’, sobre todo la “demostración de descontento”, sino que en muchos
casos es lenguaje metafórico. Teresa suele usar la metáfora sensorial para
referirse a objetos intelectuales precisamente cuando no habla de la
comprensión o de la sensación, de la mente o los sentidos, sino del espíritu o
del alma. Así es cuando habla de “sentir gustos más particulares” como una concesión
del Señor al alma, o de que el alma siente “deleite y suavidad”. Incluso cuando
habla del “gozo que esta pena siente”, ambos sustantivos fluctúan en su
significado sensorial o intelectual, habida cuenta que ‘pena’ suele acompañar a
‘tormento’ (cf. 32,3).
El
sentido metafórico es evidente en el caso del “deleite que en mí sentía”, por
mor de la oración, o en el del “sentido interior”. Pero hay algunos otros usos
puramente sensoriales. Este fragmento quizá sea el más claro:
Estando así el alma buscando a Dios, siente con un deleite grandísimo y suave casi desfallecer toda con
una manera de desmayo que le va faltando el huelgo y todas las fuerzas
corporales, de manera que, si no es con mucha pena, no puede aun menear las
manos; los ojos se le cierran sin quererlos cerrar, o si los tiene abiertos, no
ve casi nada; ni, si lee, acierta a decir letra, ni casi atina a conocerla
bien; ve que hay letra, mas, como el entendimiento no ayuda, no la sabe leer
aunque quiera; oye, mas no entiende lo que oye. Así que de los sentidos no se aprovecha nada, si no es
para no la acabar de dejar a su placer; y así antes la dañan. Hablar es por
demás, que no atina a formar palabra, ni hay fuerza, ya que atinase, para
poderla pronunciar; porque toda la fuerza exterior se pierde y se aumenta en
las del alma para mejor poder gozar de su gloria. El deleite exterior que se siente es grande y muy conocido.
(V18,10)
Este
“deleite exterior” no es en absoluto metafórico, y lo mismo cabría decir del
pasaje que suscitó el tema de este trabajo:
A cabo de
dos años que andaba con toda esta oración mía y de otras personas para lo
dicho, o que el Señor me llevase por otro camino, o declarase la verdad, porque
eran muy continuo las hablas que he dicho me hacía el Señor, me acaeció esto:
estando un día del glorioso San Pedro en oración, vi cabe mí o sentí, por mejor decir, que con los
ojos del cuerpo ni del alma no vi nada, mas parecíame estaba junto cabe mi
Cristo y veía ser El el que me hablaba, a mi parecer. Yo, como estaba
ignorantísima de que podía haber semejante visión, diome gran temor al principio,
y no hacía sino llorar, aunque, en diciéndome una palabra sola de asegurarme,
quedaba como solía, quieta y con regalo y sin ningún temor. Parecíame andar
siempre a mi lado Jesucristo, y como no era visión imaginaria, no veía en qué
forma; mas estar siempre al lado derecho, sentíalo
muy claro, y que era testigo de todo lo que yo hacía, y que ninguna vez que me
recogiese un poco o no estuviese muy divertida podía ignorar que estaba cabe
mí.
Luego fui
a mi confesor, harto fatigada, a decírselo. Preguntóme que en qué forma le
veía. Yo le dije que no le veía. Díjome que cómo sabía yo que era Cristo. Yo le
dije que no sabía cómo, maque no podía dejar de entender estaba cabe mí y lo
veía claro y sentía, y que el
recogimiento del alma era muy mayor, en oración de quietud y muy continua, y
los efectos que eran muy otros que solía tener, y que era cosa muy clara.
(V27,2-3)
Detengámonos
en los tres casos en los que aparece en este fragmento el verbo sentir:
a)
“vi cabe mí o sentí”. La disyunción es de equivalencia, no excluyente; es decir,
no en el sentido de ‘vi cabe mí o me pareció ver’, sino en el de ‘supe de su
presencia física’. En todo caso, “sentí” tiene aquí un espectro significativo
más amplio que el de un sinónimo de ‘oí’.
b)
“mas estar siempre al lado derecho, sentíalo muy claro”. Otra vez una
interpretación conservadora (‘era consciente’) resulta más aconsejable que la
del sentido físico (‘oíalo muy claro’), quizá más amplio y más difuso. Sin
embaro, hay un pasaje (25,1) en el que las cosas no están tan claras: “Paréceme
será bien declarar cómo es este hablar que hace Dios al alma y lo que ella
siente, para que vuestra merced lo entienda.” Entramos en el ámbito de las
“hablas” de Dios, pero no es que aquí el alma, en efecto, escuche, sino que la
misma metáfora del hablar de Dios se corresponde con el sentir del alma, es
decir, que sí puede estar utilizada en el sentido de ‘oír’.
c)
“no podía dejar de entender estaba cabe mí y lo
veía claro y sentía”. Nuevamente, si
‘ver claro’ se corresponde metafóricamente con ‘sentir’, su acepción también
debe ser la de ‘oír’. O, en un sentido más amplio, con la de ‘percibir
sensorialmente’. También podría interpretarse como hendíadis, como pleonasmo
intensificador o como metáfora de diferente registro. Pero no solo es ver, es
ver claro, y sentir.
Claro que
Teresa de inmediato aclara que esa sensorialidad no es estrictamente física:
Porque si digo que con los ojos del
cuerpo ni del alma no lo veo, porque no es imaginaria visión, ¿cómo entiendo y
me afirmo con más claridad que está cabe mí que si lo viese? Porque parecer que
es como una persona que está a oscuras, que no ve a otra que está cabe ella, o
si es ciega, no va bien. Alguna semejanza tiene, mas no mucha, porque siente con los sentidos, o la oye
hablar o menear, o la toca. Acá no hay nada de esto, ni se ve oscuridad, sino
que se representa por una noticia al alma más clara que el sol.
Y así ‘ver
claro’ no es “una imaginaria visión”, y la brillante metáfora de la oscuridad,
el de sentir, barruntar en la oscuridad, cuando el cuerpo “siente con los
sentidos”, y oye o toca, no tiene nada que ver con sus visiones: “Acá no hay
nada de esto”. Y sin embargo (38,2) “todos los sentidos gozan en tan alto grado y suavidad”.
§5. LA
PENA Y EL DOLOR: LA PERCEPCIÓN SENSORIAL NEGATIVA.
¿Qué es, pues, sentir con los
sentidos si no es oír y tocar? No puede ser lo mismo que la percepción física
“como si uno estuviese con mucha calor y sed y bebiese un jarro de agua fría,
que parece todo él sintió el
refrigerio” (31,4). Casi siempre que Teresa se refiere a este uso elemental de
los sentidos es en contextos de dolor. Bastaría con el hermoso fragmento en el
que detalla los efectos de la enfermedad:
Quedé de estos cuatro días de paroxismo de manera que sólo el Señor
puede saber los incomportables tormentos que sentía en mí: la lengua hecha pedazos de mordida; la garganta, de
no haber pasado nada y de la gran flaqueza que me ahogaba, que aun el agua no
podía pasar; toda me parecía estaba descoyuntada; con grandísimo desatino en la
cabeza; toda encogida, hecha un ovillo, porque en esto paró el tormento de
aquellos días, sin poderme menear, ni brazo ni pie ni mano ni cabeza, más que
si estuviera muerta, si no me meneaban; sólo un dedo me parece podía menear de
la mano derecha. Pues llegar a mí no había cómo, porque todo estaba tan
lastimado que no lo podía sufrir. En una sábana, una de un cabo y otra de otro,
me meneaban. (V, 6, 1)
Esta
percepción sensorial negativa podría tomarse como metafórica en el parágrafo
segundo del capítulo 32:
Estotro me parece que aun principio de encarecerse
como es no le puede haber, ni se puede entender; mas sentí un fuego en el alma, que yo no puedo entender cómo poder
decir de la manera que es. Los dolores corporales tan incomportables, que, con
haberlos pasado en esta vida gravísimos y, según dicen los médicos, los mayores
que se pueden acá pasar (porque fue encogérseme todos los nervios cuando me
tullí, sin otros muchos de muchas maneras que he tenido, y aun algunos, como he
dicho, causados del demonio), no es todo nada en comparación de lo que allí sentí, y ver que habían de ser sin fin
y sin jamás cesar.
Esto no es, pues, nada en comparación del agonizar
del alma: un apretamiento, un ahogamiento, una aflicción tan sentible y con tan desesperado y
afligido descontento, que yo no sé cómo lo encarecer. Porque decir que es un
estarse siempre arrancando el alma, es poco, porque aun parece que otro os
acaba la vida; mas aquí el alma misma es la que se despedaza.
El caso es que yo no sé cómo encarezca aquel fuego
interior y aquel desesperamiento, sobre tan gravísimos tormentos y dolores. No
veía yo quién me los daba, mas sentíame
quemar y desmenuzar, a lo que me parece. Y digo que aquel fuego y desesperación
interior es lo peor.
Partiendo de la base de que “ni
se puede entender” ese “fuego en el alma”, el dolor físico es solo un punto de
comparación insuficiente. Pero es muy interesante la voz ‘sentible’, única vez
que aparece en todo el libro, porque, al margen de que hable “del agonizar del
alma”, los términos (‘apretamiento’, ‘ahogamiento’, ‘aflicción’) escapan tan
apenas del significado estrictamente físico. Este “afligido descontento”, esta
“aflicción tan sentible” puede que no sea solo física, pero desde luego no es
tampoco solamente intelectual o espiritual. Se diría que Teresa, al desdibujar
los límites entre los físico y lo psíquico, plantea una forma distinta, inefable
y superior de sentir: aquella en la que el sentimiento corporal y el espiritual
son tan indiscernibles como las aguas de un estuario.
Después he visto otra visión de cosas espantosas, de algunos vicios el
castigo. Cuanto a la vista, muy más espantosos me parecieron, mas como no sentía la pena, no me hicieron tanto
temor; que en esta visión quiso el Señor que verdaderamente yo sintiese aquellos tormentos y aflicción
en el espíritu, como si el cuerpo lo estuviera padeciendo. (V32,3)
§6. SENTIDO Y SENTIDOS: LA PERCEPCIÓN SENSORIAL NEUTRA.
Es
bien difícil, en un lenguaje tan intenso y emotivo como el de Teresa, encontrar
el verbo sentir en términos denotativos. ‘Sentido’, en singular, suele
referirse a la capacidad de sentir y comprender, a las “potencias” del alma
tanto como a la percepción sensible:
Y nótese esto, que a mi parecer
por largo que sea el espacio de estar el alma en esta suspensión de todas las
potencias, es bien breve: cuando estuviese media hora, es muy mucho; yo nunca,
a mi parecer, estuve tanto. Verdad es que se puede mal sentir lo que se está, pues no se siente; mas digo que de una vez es muy poco espacio sin tornar
alguna potencia en sí. La voluntad es la que mantiene la tela, mas las otras
dos potencias presto tornan a importunar. Como la voluntad está queda, tórnalas
a suspender y están otro poco y tornan a vivir. (V18, 12)
La
paradoja del sentir con las potencias en suspenso, del sentir sin
sensorialidad, da pie a una de esas declaraciones
de fracaso, de impotencia descriptiva, que durante el curso se comentaron a
propósito de un estudio del escritor Javier Marías sobre Teresa de Jesús y que
en el fondo son una hermosa forma de practicar la lítotes.
Cuando
Teresa dice que “estuvo tres días muy falto el sentido” (V7, 16), se refiere a la capacidad física de ser
consciente, o bien a la misma percepción sensorial, al “estar sin ningún sentido” (V5,9). El valor del
determinante ningún es importante en
este pasaje porque singulariza un sustantivo en la acepción que tiene cuando
está en plural. Encontraremos muchas veces la palabra ‘sentido’ aplicado a las
potencias del alma, pero casi todos los usos del plural se refieren a
percepción sensorial: “en estas señales exteriores ni en la falta de los sentidos no se da tanto a entender
cuando pasa con brevedad” (V18,12), “no la estorben también los sentidos; y así hace que estén
suspendidos” (V20, 19), etc.
Particularmente
interesante es el uso de ‘sentidos’ cuando se trata de negarlos, cuando habla
de “recoger los sentidos” (V11, 9), de cerrar “la puerta a todos los sentidos
para que más pudiese gozar del Señor” (V19,2), en honda paradoja, siempre con
términos de comparación sensibles y referentes espirituales. En uno de estos
casos, esta vez con el verbo sentir, Teresa utiliza indistintamente los agentes
de percepción:
No digo que entiende y oye cuando está en lo subido de él (digo subido,
en los tiempos que se pierden las potencias, porque están muy unidas con Dios),
que entonces no ve ni oye ni siente,
a mi parecer; mas, como dije en la oración de unión pasada, este
transformamiento del alma del todo en Dios dura poco; mas eso que dura, ninguna
potencia se siente, ni sabe lo que
pasa allí. (V20,18)
Otra
vez, como en los casos que comentábamos en §4, no podemos
asegurar que el primero ‘siente’ sea otra percepción distinta a la de ver u
oír, o bien sea una recapitulación intensiva de ver y oír, pero siempre en su
acepción de sensorialidad. El segundo ‘siente’, sin embargo, habla más de la
consciencia, de la capacidad de sentir, pero no tanto del espíritu, como si las
potencias fuesen otra forma de sentido, tan terrenales como el tacto.
§7. CONCLUSIÓN
Sólo
hemos encontrado un caso en el que pueda hablarse del verbo ‘sentir’ en su
acepción de percepción física auditiva, que es el asunto que motivó este
trabajo: “Paréceme será bien declarar cómo es este hablar que hace Dios
al alma y lo que ella siente, para que vuestra merced lo entienda” (25,1), pero
su condición metafórica lo determina. En todos los demás casos, hemos visto que
la percepción sensible suele ser usada como término de comparación para
designar metafóricamente un referente inefable. Solo se reduce el ámbito significativo
de ‘sentir’ al terreno de lo sensible cuando no está expresando el arrobo
místico, sobre todo cuando se trata del dolor o de la enfermedad.
En todo caso, y como se detalla
en el Anexo de correspondencias, es muy mayoritario el uso del verbo ‘sentir’
como percepción intelectual, sobre todo negativa. Aquí nos hemos limitado a su
uso como percepción sensible, sin demasiadas esperanzas en encontrar semas que
deslindasen sus acepciones con claridad. Un ejemplo de esa polisemia que
constituye, de hecho, una nueva acepción, lo tenemos en el parágrafo primero
del capítulo 18:
El
Señor me enseñe palabras cómo se pueda decir algo de la cuarta agua. Bien es menester
su favor, aun más que para la pasada; porque en ella aún siente el alma no está muerta del todo, que así lo podemos decir,
pues lo está al mundo; mas, como dije, tiene sentido para entender que está en él y sentir su soledad, y aprovéchase de lo exterior para dar a entender
lo que siente, siquiera por señas.
En
toda la oración y modos de ella que queda dicho, alguna cosa trabaja el
hortelano; aunque en estas postreras va el trabajo acompañado de tanta gloria y
consuelo del alma, que jamás querría salir de él, y así no se siente por trabajo, sino por gloria.
Acá no hay sentir, sino gozar sin
entender lo que se goza. Entiéndese que se goza un bien, adonde juntos se
encierran todos los bienes, mas no se comprende este bien. Ocúpanse todos los sentidos en este gozo, de manera que no
queda ninguno desocupado para poder en otra cosa, exterior ni interiormente.
Antes
dábaseles licencia para que, como digo, hagan algunas muestras del gran gozo
que sienten; acá el alma goza más
sin comparación, y puédese dar a entender muy menos, porque no queda poder en
el cuerpo, ni el alma le tiene para poder comunicar aquel gozo. En aquel tiempo
todo le sería gran embarazo y tormento y estorbo de su descanso; y digo que si
es unión de todas las potencias, que, aunque quiera -estando en ello digo- no
puede, y si puede, ya no es unión.
Es,
quizá, el ejemplo más claro en todo el Libro
de la Vida en el que el verbo ‘sentir’ es objeto de uno de esos poliptoton
o figuras de traducción que forman característica esencial de su lenguaje, y
que puede que, como algunas otras imágenes (la del castillo interior, según se
comentó durante el curso), también proceda de la retórica de las novelas de
caballerías, más incluso que de la de la predicación. En este caso, el uso de
‘sentir’ fluctúa entre la percepción sensible en la intelectual, a veces se
confunde o se utiliza como elemento de comparación, y, en medio de todas ellas,
sirve para declarar su fracaso semántico, pues “acá no hay sentir, sino gozar
sin entender lo que se goza”.
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