19.12.07

BARBECHO


La idea del barbecho me consuela. Siempre me ocurre. De unos años a esta parte, empiezo a escribir con regularidad el 26 de enero, una fecha especial por varios conceptos, entre ellos la llegada de Güino, el podenco. La cosa va en aumento hasta julio; entonces escribo más de lo que debo, y después ya sólo van manteniendo el calor las bernardinas, que a final de año siempre son bastante flojas. Es como una desgana que se mezcla con el trasiego laboral y sobre todo con una inflamación en el dativo de desinterés, en la víscera del para qué. En otoño todavía estoy centrado en el folletín del verano que viene, que, por cierto, ya tiene argumento, pero cuando llega el invierno me desconecto. En este estado sería imposible esa ficción continuada que necesita la escritura, ese despedirse de la propia vida para encarnar la de un narrador. En invierno está más cerca todo y a mí sólo me apetece leer. En invierno es más desnuda la conciencia de uno mismo.
Hasta que, por fin, uno puede abonar la tierra yerma y castrada por el hielo con excursiones campestres, que siempre dan ideas. Este año quiero pasear por los dominios del río Alfambra. Es en esa comarca donde voy a situar el folletín del 2008. Siempre es agradable fotografiar los exteriores de una ficción, y no dejarla que se apague.
Pero eso no significa que vaya a escribir más que alguna nota suelta. Estoy enconillado, como están los podencos cuando se cansan de cazar. Por cierto, que también debo emplear algunos días en informarme de cuestiones cinegéticas. Esto de la documentación de los detalles es algo que no compromete a nada, una labor entretenida y pasiva: no hay nada que crear, tan sólo dejarse influir por lo que entra por sí solo en nuestros sentidos. También debo conocer algunas leyes y contactar con un par de asociaciones. Lo normal, lo que me ha pasado hasta ahora, es que luego no emplee nada, o que una excursión muy bien programada se quede en un par de líneas, o en unas palabras sueltas, o que no aparezca en absoluto. No hay una relación directa entre el contenido de aquello que uso para documentarme y el resultado final, porque no se trata de adquirir información sino de tener la mente puesta en ello. Lo que busco son las cosas que se me ocurren y que no tienen nada que ver con lo que estoy buscando, porque son las que luego empleo. Documentarme no es más que no dejar de pensar en ello. Luego me lo invento todo. Más bien se inventa solo.

2 comentarios:

  1. Curiosa su relación literario-estacional.

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  2. Qué bien, ya empieza a modelarse el nuevo folletín!!!! A mí me gustaría estar al tanto (en estas páginas) de todo el proceso. La documentación, aunque luego no sé use; toda una actividad detectivesca pero indagando no tanto la realidad presente sino la futura ficción.
    Aquí estaremos, siguiéndolo paso a paso. Un placer. Caza y podencos y naturaleza... suena muy bien.
    Habrá que volver a Delibes y Turguenev y al ensayo-prólogo de Ortega, que recuerde ahora.
    Un saludo.

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