15. Señales de buen tiempo. 393-423.
E igual podrás con el mal tiempo predecir
los días de sol, los cielos abiertos sin nubes
y por signos ciertos conocerlos: no parece
tan apagado el resplandor de las estrellas
ni debe la luna su luz a rayos hermanos
ni finos vellones de lana surcan el cielo;
ni sus alas los alciones, tan caros a Tetis,
al tibio sol despliegan en las playas, ni quieren
hozar cerdos inmundos gavillas desatadas.
Y bajan más las nieblas hasta la hondonada
y se desparraman por el campo, y la lechuza,
que observa la puesta de sol desde el alero,
en vano se afana en su canto nocturno.
Niso aparece en lo alto del límpido cielo
y Escila sufre el castigo a sus rojos cabellos:
adonde huya y corte el aire leve con las alas,
allí está Niso, su enemigo encarnizado,
que con grande estrépito la sigue por el cielo;
y dondequiera que Niso remonte su vuelo,
huye aprisa y corta el aire leve con las alas.
Prieto el gañote los cuervos entonces empalman
hasta tres veces y cuatro sus claros graznidos,
y a menudo, con no sé qué rara melodía,
se chillan bulliciosos entre la enramada
desde sus altos cubiles; pasadas las lluvias,
se complacen en volver a ver sus dulces nidos,
sus pequeñas crías. No creo que esto suceda
porque su ingenio esté inspirado por los dioses
ni su mayor prudencia sea cosa del destino;
sino que, cuando ha dado un giro el mal tiempo
y la humedad inestable del aire, y Júpiter,
amerado por los Austros, los vientos del sur,
así espesa lo suelto que aclara lo espeso,
cambian de aspecto las especies animadas,
una emoción les llena ahora el pecho
distinta que cuando el viento juntaba las nubes:
a partir de ahora viene el canto de los pájaros
en el campo y los rebaños llenos de alegría,
y aquel graznido jubiloso de los cuervos.
Simple, simple Simplicissimus, me veo últimamente luchando entre el barroquismo photoshopero y el sincretismo papélico. Y una pregunta ¿por qué son perseguidas las bellas mujeres de rojos cabellos?
ResponderEliminarLa cabellera no es de Escila sino de Niso, su padre, rey de Mégara, y de ese cabello dependía la suerte de su reino. Escila, la niña, se enamoró de Minos, que casualmente estaba sitiando el reino de Mégara, y le regaló la cabellera de su padre, como prueba de amor. Pero a Minos le pareció una barbaridad y la mandó atar al timón de su barco. Niso, su padre, quedó convertido en gavilán, que persigue mosqueadísimo a su hija, que ahora es una alondra.
ResponderEliminar!Joder!, ni en Tele5.
ResponderEliminarSirwood.
¡Jópale! Esto es impresionante. Estoy descubriendo un mundo nuevo con un léxico tan escogido que, aunque perfectamente comprensible, parece otro idioma. Más sazonado, menos soso, con tropezones de vocablos que suenan a antiguo, no antiguo de viejo sino de cargado de significado, como si cada poro de esas palabras rezumase significado. No es una traducción de leer y tirar.
ResponderEliminarEspero el siguiente capítulo.
¡Ah! y en mi ginorancia agradecería algúna explicación como la de hoy de las partes más oscuras y divertidas, suelen coincidir, de los textos. Un abrazo, Juan Carlos.
Ya sólo queda un fragmento para terminar el Libro I, la cuarta parte de la obra. A ver si este puente...
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