Unas palabras sobre la traducción. El azar y la bibliomanía son responsables de que en mi estudio haya cuatro ediciones distintas de Guerra y paz. Dos clásicas, la de las hermanas Andresco en la benemérita Aguilar, y la de Alcántara en Planeta; y dos modernas, la de Gala Arias en Mondadori y la de Lydia Kúper en Muchnik.
Pero esto es nuevo. Yo siempre he leído en la edición de Planeta de finales de los 70 (aunque mi edición es de 1988), y nunca he echado de menos ninguna otra. Además, la introducción de Eduardo Mendoza es una pieza maestra, uno de esos textos fetiche a los que de vez en cuando recurro cuando temo que la prosa se me está llenando de polvo. Pero es verdad que, a pesar de que la traducción se lee bien, suena un poco, digamos, adusta, en el sentido en que puede ser adusta la traducción que escribió Valverde del Ulises, quizá no tan exageradamente, porque Valverde siega cualquier brizna de sentido del humor que sale a su paso. Bien es verdad que Tolstoi tampoco se permite bromas, pero hay algo, no sé, una musicalidad que se echa de menos.
Esa música está en la bellísima traducción de las hermanas Andresco. El primer capítulo lo he leído en ella porque hay pasajes, sobre todo las escenas de jardín, que parecen escritos para una sonata de Valle-Inclán, o fijándose en ella. Quiero decir que la misma prosa adopta la voz de las circunstancias, algo que a mí me parece la marca de un gran prosista y que en ruso no sé si aparecera, porque yo, de ruso, no tengo ni puta idea. Sólo se decir tobarich, que es el mote que tenía, in illo tempore, un amigo demasiado ingenuo.
De entre las modernas, alguien me regaló, con toda la buena intención del mundo, la de Mondadori, porque es muy bonita y, a pesar de su volumen, pesa poco. Y no me extraña, porque se han pulido todo lo que les sobraba. Está llena de errores (no de traducción –no lo sé-, sino de redacción y de composición) y la prosa me resulta forzada y pobre. Eso sí, la portada es estupenda.
Y queda la que más manejo, la del Taller de Mario Muchnik, a pesar de que la prosa tampoco es tan buena como la de las hermanas Andresco. Yo no sé si Tolstoi mete tres adverbios en –mente en el mismo párrafo, o incurre de vez en cuando en rimas internas, pero esta traducción sí, de vez en cuando, así como en versiones fraseológicas que no me suenan nada naturales. Pero, en general, es muy agradable de leer, y por lo que he leído significa el resultado de largos años de estudio y traducción. Esta especie de garantía de calidad, de que es todo el texto y que está traducido directamente del ruso bastaría para quedarse con ella y dejar a un lado la música de las Andresco, pero a su favor tiene otro punto importantísimo: es la más cómoda de leer.
Descontando la de Mondadori, la de Planeta es incómoda, pesa un huevo y la letra es muy pequeña. Las hojas no están cosidas sino pegadas, como en las ediciones de clásicos populares, y eso hace que uno no pueda ir desvirgando el texto, abriendo del todo las páginas para que se queden quietas y no vuelvan a cerrarse cada vez que mueves el dedo. Lo del cosido en pliegos es fundamental.
Ese cosido tampoco lo tiene la de Aguilar, por la desgracia de que no pude hacerme con la original y me conformo con la edición barata de los kioskos, hecha poco menos que en fotocopia y con un papel que apesta a cloro y que, si tardas demasiado en leer una página, acaba deshaciéndosete entre los dedos. La letra es muy pequeña y la reproducción la engorda. El tomo es exagerado de grande y las tapas de plástico tienen una punta que se te clava en el esternón.
De modo que leo la de Lydia Kúper. El editor utiliza una caja más pequeña, una letra más grande y un papel más fino, pero nunca transparente. Las 1.400 páginas de la edición de Alcántara se convierten en 1.800 aquí, pero con una tipografía Aster 11 muy cómoda de leer, muy clara, muy transparente. Supongo que en determinados episodios recurriré a las hermanas Andresco, aunque sepa que traicionan la solemnidad inconmovible del maestro. Pero escriben tan bien…
Pero esto es nuevo. Yo siempre he leído en la edición de Planeta de finales de los 70 (aunque mi edición es de 1988), y nunca he echado de menos ninguna otra. Además, la introducción de Eduardo Mendoza es una pieza maestra, uno de esos textos fetiche a los que de vez en cuando recurro cuando temo que la prosa se me está llenando de polvo. Pero es verdad que, a pesar de que la traducción se lee bien, suena un poco, digamos, adusta, en el sentido en que puede ser adusta la traducción que escribió Valverde del Ulises, quizá no tan exageradamente, porque Valverde siega cualquier brizna de sentido del humor que sale a su paso. Bien es verdad que Tolstoi tampoco se permite bromas, pero hay algo, no sé, una musicalidad que se echa de menos.
Esa música está en la bellísima traducción de las hermanas Andresco. El primer capítulo lo he leído en ella porque hay pasajes, sobre todo las escenas de jardín, que parecen escritos para una sonata de Valle-Inclán, o fijándose en ella. Quiero decir que la misma prosa adopta la voz de las circunstancias, algo que a mí me parece la marca de un gran prosista y que en ruso no sé si aparecera, porque yo, de ruso, no tengo ni puta idea. Sólo se decir tobarich, que es el mote que tenía, in illo tempore, un amigo demasiado ingenuo.
De entre las modernas, alguien me regaló, con toda la buena intención del mundo, la de Mondadori, porque es muy bonita y, a pesar de su volumen, pesa poco. Y no me extraña, porque se han pulido todo lo que les sobraba. Está llena de errores (no de traducción –no lo sé-, sino de redacción y de composición) y la prosa me resulta forzada y pobre. Eso sí, la portada es estupenda.
Y queda la que más manejo, la del Taller de Mario Muchnik, a pesar de que la prosa tampoco es tan buena como la de las hermanas Andresco. Yo no sé si Tolstoi mete tres adverbios en –mente en el mismo párrafo, o incurre de vez en cuando en rimas internas, pero esta traducción sí, de vez en cuando, así como en versiones fraseológicas que no me suenan nada naturales. Pero, en general, es muy agradable de leer, y por lo que he leído significa el resultado de largos años de estudio y traducción. Esta especie de garantía de calidad, de que es todo el texto y que está traducido directamente del ruso bastaría para quedarse con ella y dejar a un lado la música de las Andresco, pero a su favor tiene otro punto importantísimo: es la más cómoda de leer.
Descontando la de Mondadori, la de Planeta es incómoda, pesa un huevo y la letra es muy pequeña. Las hojas no están cosidas sino pegadas, como en las ediciones de clásicos populares, y eso hace que uno no pueda ir desvirgando el texto, abriendo del todo las páginas para que se queden quietas y no vuelvan a cerrarse cada vez que mueves el dedo. Lo del cosido en pliegos es fundamental.
Ese cosido tampoco lo tiene la de Aguilar, por la desgracia de que no pude hacerme con la original y me conformo con la edición barata de los kioskos, hecha poco menos que en fotocopia y con un papel que apesta a cloro y que, si tardas demasiado en leer una página, acaba deshaciéndosete entre los dedos. La letra es muy pequeña y la reproducción la engorda. El tomo es exagerado de grande y las tapas de plástico tienen una punta que se te clava en el esternón.
De modo que leo la de Lydia Kúper. El editor utiliza una caja más pequeña, una letra más grande y un papel más fino, pero nunca transparente. Las 1.400 páginas de la edición de Alcántara se convierten en 1.800 aquí, pero con una tipografía Aster 11 muy cómoda de leer, muy clara, muy transparente. Supongo que en determinados episodios recurriré a las hermanas Andresco, aunque sepa que traicionan la solemnidad inconmovible del maestro. Pero escriben tan bien…
Yo leí la edición de Bruguera. Compré la de Mondadori porque, aunque aún no puedo dar un juicio, se presentó como la primera versión de la novela, antes de que Tolstoi diese la versión definitiva, y me causó curiosidad, para contrastar las diferencias. Me voy a meter ahora con la de las hermanas Andresco. No sé si es el original, está en el primer tomo de las "Obras Selectas" de Tolstoi de Aguilar de 1959. No dispongo de más tomos, ese lo encontré en un catálogo de una librería de viejo. Me quiero meter próximamente con esta versión.
ResponderEliminarTodos tuvimos un amigo que se llamaba tobarich, me parece a mí.
ResponderEliminarEs cierto lo de Valverde, que lo tradujo todo, y tiene siempre una prosa de malo del estómago, como si le costase hacer la digestión.
En fin, yo tengo la edición de Círculo de lectores del año de la polca. No sé porqué pero físicamente me encantan esas ediciones y encuentro casi siempre traducciones bien escritas, que no sé si fieles o no.