30.3.20

La contagión, 15


Los primeros cálculos de Boris Johnson, un horizonte optimista de 20.000 muertos en Gran Bretaña, escondían un criterio que ha debido dejarlo ya sin uñas, al paso que van. 20.000 es el resultado de que muriera el 0,05% del 60% de la población, que es el porcentaje —mínimo— que se ofreció al hablar de un contagio general. Esos cálculos, por lo que leo, son aceptables en el caso de la gripe común, que tiene, en efecto, una mortalidad del 0,05. Sin embargo, la mortalidad del bicho que nos ataca puede llegar al 3,4%, es decir, 68 veces más, o sea, y solo en Inglaterra, 136.000 muertos. Las restricciones, la geografía, el sentido común, las incidencias desiguales, las costumbres, el azar, los servicios médicos y el verano reducirán esa cifra a otra igual de montruosa pero mucho menor, e incluso podrá, en términos casi abstractos por imprecisos, contabilizarse el número de vidas salvadas
Los números marean. Si eso fuese así, el número de posibles fallecimientos si no se hiciese nada sería de seis millones y pico de norteamericanos, y en España pasaríamos de ochenta mil. Es decir, todo lo que no fuese llegar a esa cifra serían vidas arrebatadas al virus por una causa o por otra. Lo pensé por un momento pero llegué a la conclusión de que esos célebres 20.000 muertos deberían proceder de otra regla de tres. Y sin embargo, días después, leo a Trump decir que si solo mueren 100.000 ciudadanos puede considerarse «un buen trabajo», que es, exactamente, el mismo cálculo que yo pensaba que hizo Johnson, el 0,05% del 60% de la población.
Tampoco se puede esperar de ellos que hagan un cálculo al 3,4% porque sería devastador, y seguramente también equivocado, pero tampoco que templen gaitas con cálculos tan ilusorios. Más valdría no haber dicho nada, y dejarlo para cuando, ya otra vez sanos y festivos, nos hagamos cargo de lo que supone una epidemia como esta en aquellos países donde la defensa social y sanitaria es nula, y resolvamos a nuestro favor la duda que secretamente nos corroe, que los suecos no vayan de farol, o que se abracen a sus costumbres poco contaminantes y consigan librarse del virus sorteándolo, no combatiéndolo. ¿Todavía dicen que ya no hay olimpiadas? Estas son las olimpiadas, a ver qué país ha cuidado mejor de sus ciudadanos, a ver quién se aleja más de las más lúgubres premoniciones.

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