Los fundadores del Círculo Solana vuelven a pensar en el realismo, en un cierto tipo de realismo que no sólo no requiere adjetivos sino que requiere no tenerlos. La miopía retrospectiva de nuestros escritores les autoriza a jactarse de no ser realistas, aunque algunos lo son demagógicamente y también se jactan de ello. Siempre se burlan del realismo social y del realismo costumbrista y del realismo galdosiano y siempre añaden un adjetivo al realismo, como una banderilla más, ignorante y umbraliana, en una cuestión que no es de gusto sino de profesión. Galdós no es nuestro más grande novelista porque escribiera novela realista, sino porque técnicamente no tiene rival. La intuición que se necesita para describir el mundo y no aburrir, para gobernar ese carruaje con docenas de caballos cada uno de los cuales querría tirar por un camino distinto, esa intuición es una colosal muestra de oficio cuya técnica se puede aplicar a cualquier género, incluido el realista.
Pero el realismo de Galdós consiste en describir el mundo para que se sepa cómo es, y también para rescatarlo, para consagrarlo en palabras. Lo que intentó (y consiguió) Galdós con Madrid se ha intentado muy pocas veces después por la sencilla razón de que es muy difícil, y que sólo con una magistral combinación de todas las técnicas posibles se puede conseguir la gran obra de arte. Lo demás es un realismo parcial, mediatizado muchas veces por su modernidad.
Una parte de ese realismo es la capacidad para nombrar las cosas y darles vida, que es lo que aquí alabamos de Solana. La realidad es muy compleja y acometerla una empresa que requiere demasiada destreza, en tiempos de Solana y ahora. Nuestra literatura contemporánea no es muy capaz de separar por completo al escritor del narrador, ni de practicar esa lírica de inventario que practicaba Defoe hasta conmovernos con listas de objetos. Defoe no creaba metáforas, pero sabía describir las metáforas generadas por la realidad.
Nadie va buscando realismos ideológicos sino la capacidad de comprender la realidad como Antonio López comprendió al conejo desollado que pintó en un plato. Ese conejo es la realidad piadosa y la realidad carnívora, nuestra doble, contraria mirada sobre el mundo. Y esa piedad y esa crudeza, esa ternura y ese cinismo, es lo que hace que las descripciones de Solana trasciendan al ámbito de la gran literatura.
Como decía Gabriel Miró, aquí el único problema es el de quien no sabe hacerlo. Hablamos del realismo y hablamos de la literatura como forma de mirar, del verbo al servicio de la cosa. Realismo es todo aquello que ayuda a describir un mundo, real o imaginario, da lo mismo. El realismo juega con las estructuras de la realidad, con la forma natural de recordar o desear. La verbosidad y la egolatría son malas amigas de esta clase de literatura. Pero, bien administradas, pueden resultar útiles. Todo dependerá de la distancia exacta a la que se mantenga el autor, del punto desde el que el pintor contemple su obra.
26.6.07
PAPELES PARA UNA IDEA, 1
Todas las bernardinas que respondan a este pomposo título serán también publicadas en el blog del Círculo Solana.
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Acabo de pasarme por el otro blog y ya lo tengo en mis favoritos. Enhorabuena, es una gran idea. Espero que entre los tres le deis mucha vida,será interesante ver por donde tira.
ResponderEliminarUn abrazo
Pilar