La Morena y el Galán son hermanos, aunque de distinta camada. Galán, un año mayor (en junio cumplió tres) es un perrazo con la capa leonada, de color arena y reflejos anaranjados. Ha salido a su padre, un hijo del célebre Pando de Galisancho, el mastín salmantino que repobló buena parte de la comarca y llego hasta La Moraña, en Ávila, donde nacieron los míos. La Morena, lobata, de cara negra con pintas amarillas y pelo entre pardo claro y pardo oscuro, ha salido a la madre. En términos taurinos se diría que es agalgada, larga, alta de grupa, con la cara fina, de un tipo más basto, y quizá más genuino, que el impresionante porte de Galán, que a lo lejos, cuando levanta la cabeza y mira, parece un pablorromero.
Hay por ahí una asociación de fanáticos que ha entregado su vida a luchar contra lo que ellos llaman el mastín de adorno, a su juicio resultado de un cruce de mastines del terreno con sanbernardos, lo que hizo que les colgara la badana, que se hicieran más corpulentos y también menos ágiles. Son, según ellos, más bonitos, pero, ay, no son auténticos. Morena es de la clase de perro que haría las delicias de estos fanáticos, una perra de pueblo, que de solo mirarla ya echas en falta las ovejas alrededor. Claro que, una vez vistos los dos, tendrían que ver a Galán en plena actividad, en sus guardias nocturnas, corriendo como una bala, subiendo y bajando cuestas, acudiendo a una esquina en carreras de cien metros, y detrás Morena, que ya es tan alta como él, ladrando a su resguardo. Con nosotros son la cosa más dulce que jamás hubiera imaginado, yo que he tenido perro y lo he querido mucho, el gran Güino, el podenco ibicenco que nos alegró la vida durante casi quince años… Estos son nobles pastores. Con Güino, que tenía otra clase de nobleza, la del que está siempre dispuesto a trabajar para el amo, no podía abrir la verja porque se escapaba a cazar conejos. Con estos, la abro de par en par y son como esos vecinos comedidos que se ponen a un lado durante la maniobra del vehículo, que no dan indicaciones a nadie pero vigilan que todo salga bien. Mientras las cosas salgan, no hay problema. Cuando las cosas entran ya es otro cantar.
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