Si hubiera que asignar un árbol al jardín, por ser el más abundante o el que germina y se cría con más facilidad, sin duda sería el cerezo. Hay tres bastante antiguos, medio siglo ya que los plantaron, que superan los diez metros de altura. El tronco es bajo porque en su momento les dejaron tres ramas para alcanzar a las cerezas, pero corría el dicho de que los cerezos no se podan, y los tres, más un cuarto que se secó hace tres o cuatro años, se hicieron grandes y copudos. Cuando en junio salen las cerezas, armados con escaleras no llegamos ni a la tercera parte de las ramas. Lo demás es pasto de los pájaros.
No todos los años, claro, porque no es excepcional que hiele a principios de mayo, cuando están reventando las flores, y les pase lo mismo que este año a los membrillos, que no den fruto. En todo caso son los reyes del jardín. Plantados en el medio forman una primera y densa cortina de hojas que fue continua mientras duró el cuarto cerezo. Recuerdo ver cómo languidecía, cómo aún salían, en alguna rama dispersa, hojas más que suficientes para creerlo con vida. Un año no dio ninguna, y el color de la corteza fue apagándose hasta un pardo ceniciento que contrastaba incluso en invierno con el ocre rosáceo de sus compañeros. Hubo que talarlo. De las tres ramas grandes todavía hubo madera para llevarla al tornero, a que sacara unas patas y un bastón, y del tronco salieron tres tablas cortas que guardo para el tablero de una mesa. Tendrían que morirse los otros tres cerezos para que saliera una farmhouse table en condiciones. Nunca nos sentamos en la madera de un solo árbol.
Abajo, orilla del río, entre choperas militares y maizales desvaídos, crece una pequeña plantación de cerezos, no más de una hectárea, rectos como cadetes, y de troncos más altos que los cerezos de recolección, lo que quiere decir que seguramente sea una especie borde que crece para ser mueble, porque tampoco son guindos. Una de esas especies gallegas que tienen pelusa en vez de flor y se podan para que nunca se bifurque y crezca más alto que los álamos.
Estos nuestros son frutales dejados crecer, y así seguirá siendo incluso con el cerezo que salió muy cerca de donde había muerto el otro y que ya se ha bifurcado por sí solo.
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