7.11.19

Parra, 3


De los dos tipos de parra virgen que crecen en el jardín, la quinquefolia ya perdió sus hojas a principios de octubre, pero la tricuspidata está preciosa. El resol de la tarde funde los colores de las hojas con el de los ladrillos de la fachada, un ocre anaranjado, casi rojizo, encendido, que tiñe las todavía muchas hojas verdes que le quedan a la parra. Hay, pues, un otoño de los días y otro, reversible, de las horas, y el verde de por la mañana es ocre por la tarde, y al día siguiente amanece un poco menos verde y atardece un poco más terroso.
Esta nuestra es salmantina, de una casa de labranza envuelta en parras y cubierta de glicinias. Su dueño me cortó unos codos de parra pero me advirtió contra la glicinia: así como la vieja parra nunca había dado otra cosa que fresco y alegría, la raíz de la glicinia salió por uno de los dormitorios, debajo de la cama, y cuando quitaron las losas descubrieron unas raíces gordas como anacondas que no habían levantado en vilo la casa entera porque no habían querido. Hubo que talarla, y eso que ella sola cubría la pérgola del patio, e inyectarle después unos venenos. Cuando se pudran las raíces, la casa se hundirá en la tierra.
De modo que pusimos las glicinias apartadas de los muros, pero la parra virgen sigue su conquista de las fachadas. Como no la reconducimos, ni falta que hace, las ramas siempre tienden a subir, llegan al tejado antes que al siguiente ventanal, y cuando han cubierto el alero, en vez de levantar las tejas, las puntas se descuelgan y al perder contacto con la pared detienen su crecimiento. Paralelamente, las ramas nuevas que le salen al tronco van buscando altura con un ángulo algo más cerrado respecto al suelo, algunas casi horizontales, que cuando encuentran espacio por arriba tuercen sus tallos y se enderezan como los brazos de un candelabro.
Salamanca es tierra de secano más allá de la vega del Tormes, y esta parra tampoco necesita riegos muy frecuentes. En el norte crece a sus anchas la yedra, amiga de la sombra, pero en las zonas más enjutas y soleadas se reseca enseguida. La parra virgen, en cambio, se orienta hacia el sur, y si alguna vez los bordes de las hojas se requeman es obra del viento, no del sol.

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