13.10.19

Uva, 2


Hoy hemos vendimiado las parras más antiguas, las originales, de uva negra, muy dulce, plantada una de ellas en marzo del 76 y la otra un par de años después. Leo que las parras empiezan a morirse a los cincuenta años y que pueden llegar a los cien, y que su época más productiva termina a los treinta y cinco; luego, hasta los cincuenta y tantos, entran en depresión y a partir de entonces en una más o menos duradera época de languidez. Antes del culto a la juventud, la humanidad tenía las mismas expectativas de vida llegase hasta donde llegase. Baco nació de una planta que se comportaba como aquellos que la cultivaban y en la que podían encontrar símbolos para cualquier rito de paso. Nacía en terreno seco, crecía rápida, daba sombra, daba vino, producía mucho mientras era moza y luego se centraba en unos pocos racimos, abandonaba la vida disipada y con lentitud y retorcimiento iba criando el vino cada vez más rico y más escaso. Además era tan variada como distintos los lugares de su cultivo, con ella nació la denominación de origen, cuyo lado dionisíaco tantos disgustos ha dado. 
Estas parras nuestras están en época de depresión pero aún les queda mucha vida. Su vejez se viste de la elegancia de lo añejo. El tronco, al pie de un talud de cascajo, sujeto con las piedras más gordas que salieron al recortarlo, ya no puede abarcarse con las manos, y la línea que dibuja con sus dos ramas principales parece un Laocoonte vegetal. Con estas pocas uvas que hemos recogido podríamos hacer el mejor vino. Preferimos verlas puestas en un bol de Níjar sobre el mármol de la cocina, con unas pocas blanquillas —«uva la más menuda», dice Virgilio—, cómo el sol parece iluminar el jugo que llevan dentro y la pruina brilla como cera limpia. Cómo se asoman a la luz.
En el bodegón hay algunas hojas de parra. Son las hojas de Caravaggio, todavía tersas, de un verde fresco y luminoso, que indican que las uvas están recién cogidas. Son los frutos coronados de la juventud, la emoción de lo breve. Sin embargo, dentro de unas horas, cuando las hojas ya estén lacias y arrugadas, las uvas seguirán lozanas, y dentro también de unos días, si las mantenemos, como en los cuadros de Sánchez Cotán, en sitio fresco y oscuro. 

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