2.9.25

Dalia

 Cuaderno de verano, 74


«¡Vamos a dibujar una flor!», dice mi madre una tarde como estas, recién empezada la escuela, en la mesa del comedor, donde hacía con nosotros los deberes y nos enseñaba a coger el lápiz con firmeza, a que las letras fueran todas del mismo tamaño, a que las líneas nos salieran casi rectas sin necesidad de regla. Mi madre dibujaba bien. La veo trazar las curvas con soltura, como si usara un compás. No se había dedicado al dibujo artístico pero era experta en marcar patrones con jaboncillo, sin necesidad de muestras ni recortes ni falsillas. La veo girar la muñeca para trazar la curva de la sisa, sin apoyar siquiera el borde exterior de la mano, como hacía yo para que no me saliese torcida. Pero guardo los cuadernos de cuando ella iba a la escuela, el poco tiempo que la dejaron ir, sus dibujos de flores, sus cabezas de caballo, los dictados con una letra inglesa exquisita que parecía de imprenta, y que yo siempre he tratado de imitar.
Entonces cogía un lápiz y dibujaba un redondel, a partir del cual iba trazando líneas curvas enfrentadas que formaban hojas en forma de huso, y entre cada dos dibujaba otra un poco más pequeña, y luego otra, y de su mano iba emergiendo una dalia cuyo botón sombreaba luego, así como las puntas de las hojas y los bordes, de modo que ninguna hoja parecía plana. «¡Ahora tú!» Y yo, más que imitar su flor, trataba de imitar sus movimientos. La clave estaba en no dibujar los bordes poco a poco sino en un solo trazo rápido que se iba deteniendo hasta coincidir en la punta con la otra línea, pero su dalia tenía tres dimensiones y la mía me salía plana y con los pétalos deformes. 
Salvo alguna rosa que va brotando y las flores mínimas de tallos largos como alambres, en verano solo podemos formar ramos con las dalias. Nos salen unas no muy grandes, de pétalos morados que se aclaran hacia las puntas, donde casi llegan a ser blancas. En el centro, el botón de un amarillo anaranjado se queda cubierto por los nuevos pétalos que van naciendo. No todos los capullos abren al mismo tiempo, tenemos que cortar algunas a medio abrir y otras a las que ya les falta poco para ponerse mustias, pero quedan bastantes para un hermoso ramo que llevar al cementerio. 

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