20.9.25

Escoba

 Cuaderno de verano, 92


Hay que barrer el verano como se barren los vasos vacíos y los banderines que quedaron por el suelo. Aún no ha caído ni una hoja, pero hay que pasar el escobón por los fragmentos de caña sueltos que rompió el pedrisco y el viento caliente de estos días ha separado de los fierros que lo sostenían. Hay que recoger con el abanico de alambre los palitos que han ido cayendo de las puntas de las ramas muertas. Hay que limpiar pasos y aceras, barrerlos bien y baldearlos para que salga la tierra de entre las grietas de las losas, porque cuando empiece la lluvia, cuando caigan las hojas y empiece la tormenta no merecerá la pena limpiar nada hasta que el campo termine de desnudarse. Veremos entonces cómo se acumulan por los rincones y cubren entero el jardín con una alfombra de papel mojado, y ya no habrá nada que hacer hasta que el frío detenga el otoño, pero al menos lo dejamos más presentable para la llegada de las lluvias. Las tortolicas acuden a la fuente a buscar consolación y allí lo dejan todo perdido, así que hay que rascar los medallones blancos y negros que dejan por todas partes cuando se posan en la cancela para ejercer de tortolitos, su silueta recortada en el sol de la tarde. Y no hablemos de los mastines. Hay que llevar al muladar los sacos de desperdicios, las bolsas grandes de jardín llenas de broza, los envases que se acumulan, la vida que se extiende. 
Y luego nos paramos a mirar el resultado porque no va a durar más que unas horas. Se ha levantado un viento que en cuanto dejemos de mirar habrá vuelto a llenar el suelo de las primeras hojas secas de la parra, que junto al castaño de indias son los primeros en anunciar que el verano ha llegado a su fin. Los otros árboles mantienen su verde frondoso como si nada estuviera pasando. Y por un momento, solo por un momento, cuando todo está limpio y barrido, es verdad que nada pasa, la imagen detiene el tiempo, la vida contiene la respiración. De pronto vemos cómo una hojilla de la parra traza un arabesco y se posa dulcemente sobre el suelo recién fregado. Galán la mira como si a él también le fastidiase un poco, o igual respira porque por fin va a terminarse la calor.

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