Nec requies. Aún no han empezado a caer las hojas, pero la acera está llena de los diminutos frutos rojos de la parra que cubre la fachada, y no dejan de caer de los pinos las acículas y de las arizónicas las escamillas, y menos mal que son perennes, eso sin contar que cada vez que segamos la grama vuelan briznas varios días, y siguen apareciendo, detrás de los tiestos grandes, hojas secas del otoño anterior que no habían terminado de caer. Son días estos de mucho barrer, también en la leñera, que ya hemos llamado a nuestro proveedor, porque luego viene octubre y se le acumula la faena. Quedan astillas secas, hojas que se metieron solas, serrín que se acumula de un año para otro. Empiezas a pasar la escoba y una nube de polvo lo cubre todo, hasta que vuelve a quedar limpia de viruta y bien regada con zotal, lista para una nueva carga.
Pero antes hay que vaciarla. En los meses de calor la leñera se convierte en una mezcla de cuarto trastero y cobertizo para herramientas. En la pared desnuda de troncos se apoya la escalera de mano, sobre la mesa yacen tijeras de tamaños diferentes, una pequeña junto al mazo de cordel, de cuando atamos los tutores, otra más fuerte para las zarzas y chupones y otra de mango largo para cortar el cabo torcido de las varas antes de clavarlas. A un lado, en sacos de pienso y en cestos de mimbre, se van acumulando las ramillas secas, y algunas algo más gruesas (aquella que se desgajó del olmo) cortadas en tarugos que ya estarán secos cuando haya que encender.
En una esquina tenemos también apoyada una rama larga de cerezo que salió muy recta y decidí guardarla para llevarla al carpintero cuando muera la madera, a que me haga un bastón. La madera tarda en morir del todo, pero llega un momento que solo se impla o se contrae, dependiendo de la humedad y el frío, y sus nervios dejan de retorcerse. Una extremo de esa rama es lo bastante ancho, calculo, como para tallar un mango que sea como esos tiradores de las puertas que se acoplan a la mano, como si diesen al que los empuña una cálida bienvenida. Los tarugos de olmo son leña para el invierno que viene, y la rama de cerezo para el invierno que vendrá.
12.9.25
Leñera
Cuaderno de verano, 84
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