No llueve, pero al menos hoy había niebla. Se veían sobre el campo húmedo la siluetas desvaídas de los árboles, las masadas apenas se podían distinguir. Por el camino me iba dando con la mano en las gotas de rocío detenidas en la punta de los juncos. Han vuelto a segar la alfalfa, un reconfortante aroma a hierba fresca invitaba a imaginar que está cambiando el tiempo. Lucrecio pensaba que «de los ríos todos / y de la misma tierra se levantan / unas nieblas y cálidos vapores» que son los que forman las nubes, y Virgilio recuerda que va a hacer buen tiempo cuando «bajan más las nieblas hasta la hondonada / y van cubriendo el campo entero». Pensé que se disiparía pronto pero estaba muy cerrada y ha durado bastante. Un cielo de color gris perla parecía dar la razón a Lucrecio, y que todo iba a acabar con algún trueno a lo lejos que trajera las lluvias que no nos ha traído agosto. La línea borrosa de la muela declaraba el final de la estación, la llegada del buen tiempo.
Pero no todos hablamos de lo mismo cuando nos referimos al buen tiempo. No había hecho más que llegar a casa y estaba acariciando a los mastines, que siempre me salen a recibir, cuando he sentido en la nuca los primeros rayos que se abrían paso entre la bruma, y pronto ellos y yo nos hemos metido a cubierto, porque el paseo que anuncia el refrán para las mañanas de niebla prometía ser más parecido a un vagar por el desierto. Apenas he tenido tiempo de recoger unas piñas que habían caído al suelo, abiertas y sin fruto, y lo que una hora antes habría sido una escena propia de finales de septiembre, el recoger leña menuda para encender mientras cae la lluvia fina, ha regresado a la mañana tórrida de un verano impracticalbe. Hasta la humedad de la niebla se notaba demasiado caliente, y sus minúsculas gotas, nada más hacerse de día, se confundían ya con el sudor.
Escuchamos el parte meteorológico con el escepticismo de quien piensa que quizá esto no se acabe, que julio y noviembre sean parecidos, por más que los frutos y las flores y los árboles insistan en llevar el orden que nosotros tenemos que variar. El frío es el sueño de un regreso, el consuelo de un tiempo que amenaza con haberse evaporado.
17.9.25
Niebla
Cuaderno de verano, 89
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Cada vez que leo alguno de sus textos, se me viene a la cabeza la pintura de Antonio López. No sé por qué.
ResponderEliminarPocos elogios me harían tanta ilusión.
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