24.7.25

Noche

 Cuaderno de verano, 34


No corre una gota de aire, la temperatura no es tropical ni es necesario el ventilador pero la noche parece más inmóvil, como más cansada. La luna menguante apenas deja que se vean desde la cama los contornos de los árboles, todo es una masa informe que oculta las estrellas. En el silencio absoluto se oye el maullido de un gato. Es una cría, sin duda, si no recién parida, poco le faltará. Estoy a punto de levantarme, porque un gatico desvalido en mitad de la noche no tiene mucho porvenir. Cada pocos segundos lanza el mismo maullido, agudo, tierno, desesperado, pero los perros no charten, que es como por estos pagos se llama a decir algo, en este caso ladrar. Sigo escuchándolo pero si no escucho sus aullidos ni hacen retumbar las paredes con sus carreras es porque no le han hecho el menor caso, y eso puede ser porque el gatico esté más allá de la linde, y por tanto fuera del alcance de los mastines, o porque actúen igual que con cualquier cachorro, aunque sea macho, que lo huelen y se desentienden. Es posible que el maullido sirva tanto para llamar a la madre como para identificarse como un ser inofensivo, el caso es que aguardo unos momentos, aguzo el oído, contengo la respiración, y como mucho percibo el tranquilo respirar de Galán, tumbado en la hierba, esperando la brisa. El gatico maúlla unas pocas veces más y luego calla. ¿Ha venido la madre a recogerlo? Muy sigilosa ha debido de ser, porque no se ha escuchado el frufrú de las hierbas cuando se acercaba. ¿Habrá sido otra la alimaña que ha dado cuenta de la criatura? Quién sabe, pero no escuchar esos maullidos me tranquiliza, no por pensar que la madre ha venido a su encuentro sino porque se me estaban clavando en el alma. Es difícil imaginar tanta indefensión, tanta exposición a cualquier mínimo peligro. Alguna mañana, cuando bajo al río, veo alguno que no tendrá más de una semana, con los ojos que se le salen de la cara, pero ya es ágil y despierto, y mira, calcula y se escabulle, y en la noche se esconde, y ya no llama a su madre. Si ese se despista, los mastines no se lo tomarían como si tal cosa. El silencio me justifica. No voy a salir, pero sigo escuchando los sonidos de la noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.